Faltan razones y sobran tópicos, en Estados Unidos y el Reino Unido: Batalla por el matrimonio - Alfa y Omega

Faltan razones y sobran tópicos, en Estados Unidos y el Reino Unido: Batalla por el matrimonio

A Benedicto XVI le preocupa la deriva de Estados Unidos. El 19 de enero, el Papa denunció «ciertos intentos de limitar la libertad religiosa». Y el pasado viernes, al recibir a un nuevo grupo de obispos de este país en visita ad limina, alertó frente a «poderosas corrientes políticas y culturales que buscan modificar la definición legal del matrimonio». Varios Estados norteamericanos han legalizado el homosexual. En el Reino Unido, el Primer Ministro, David Cameron, quiere introducirlo en Inglaterra y Gales

Ricardo Benjumea
El arzobispo de Nueva York, actual cardenal Timothy Dolan, durante una catequesis en una iglesia madrileña, en la pasada JMJ.

Las palabras del Papa llegan sólo días después de que los Estados de Maryland y Washington hayan dado luz verde al matrimonio homosexual, con lo que son ahora 8 los Estados en este país que han redefinido el matrimonio. Hubieran sido 9, con Nueva Jersey, pero el Gobernador vetó en febrero la decisión del Senado de reconocer a los matrimonios homosexuales, y ha convocado un referéndum para dirimir el asunto. En la treintena de casos en que los electores se han pronunciado, las urnas han rechazado que se altere la definición de matrimonio. La revolución legislativa ha llegado siempre por la vía de Sentencias judiciales o de votaciones parlamentarias. El caso más llamativo es California, donde un tribunal anuló, el 7 de febrero, el resultado del referéndum que había restituido, en noviembre de 2008, el matrimonio como la unión entre hombre y mujer, revirtiendo una decisión judicial de mayo de aquel año.

Las presiones judiciales y legislativas comienzan, sin embargo, a calar en la opinión pública. Las encuestas muestran un creciente apoyo al matrimonio homosexual, sobre todo entre los jóvenes. La equiparación cuenta con el apoyo decidido de la Administración Obama. Hace un año, el presidente ordenó que su Gobierno no obstaculice este tipo de iniciativas en los Estados, y abandone la defensa del matrimonio como unión entre hombre y mujer, tal como exige la Ley de Defensa del Matrimonio, de 1996.

Se hace imprescindible abordar las cuestiones de fondo. Más allá del problema del matrimonio homosexual, lo que está hoy en crisis, advirtió la pasada semana el Papa, es la misma concepción de matrimonio y familia, y, «en general, la visión cristiana de la sexualidad humana».

El problema empieza en casa

Es un problema que empieza en la propia casa. Tienen ahí trabajo los obispos, especialmente en la catequesis y la preparación de los novios al matrimonio. Entre otras cosas, deben concienciar a la comunidad cristiana del «grave problema pastoral que presenta la práctica generalizada de la cohabitación, a menudo por parejas que parecen no darse cuenta de que es un pecado grave». Además, el Papa alude a la «necesidad urgente de que toda la comunidad cristiana recupere el aprecio de la virtud de la castidad», de recuperar «una visión integral, coherente y estimulante de la sexualidad humana», que demuestra al final ser «más sólida y atractiva que la de las ideologías permisivas exaltadas en algunos sectores».

Benedicto XVI apela, una vez más, a que los católicos se armen de razones en esta batalla cultural que se libra en Estados Unidos, si bien reconoce también «las dificultades crecientes al comunicar la enseñanza de la Iglesia» sobre todas estas cuestiones. Se echan en falta razones, y sobran tópicos y prejuicios ideológicos. En las últimas semanas, por ejemplo, han sido constantes los intentos de caricaturizar a la Iglesia, y hacer antipática su doctrina, reducida al rigorismo moral. Con el debate de la reforma sanitaria de fondo, que obliga también a la Iglesia a contratar seguros médicos que incluyan en su cobertura anticonceptivos, la píldora abortiva o esterilizaciones, el New York Times accedió, el 9 de marzo, a publicar a toda página un ofensivo anuncio de una organización laicista en la que se denigra a los obispos. «Es la hora de abandonar la Iglesia», se invita a los católicos, a los que se anima a dar la espalda a unos obispos misóginos, homófobos y obsesionados con el sexo.

Semanas antes, una encuesta del abortista Instituto Guttmacher, ampliamente difundida por la prensa, mostró que el 98 % de las católicas norteamericanas utiliza anticonceptivos, lo que parecía desacreditar la batalla de los obispos. Pero ese estudio estaba lleno de trampas. De entrada, sólo se preguntó a mujeres sexualmente activas, excluyendo a madres recientes, embarazadas o mujeres que desearan quedarse embarazadas… La inmensa mayoría de medios omitió estos detalles.

Manifestación en USA contra el matrimonio homosexual, en el Estado de Maryland.

Los intentos de división han procedido incluso de la propia Administración, que ha buscado aliados contra los obispos entre los llamados católicos liberales. Los esfuerzos han sido hasta ahora en vano. Las encuestas muestran que la mayoría de la población, y especialmente la población católica, ha entendido que el gran problema de la reforma sanitaria de Obama es que se vulnera el derecho a la libertad religiosa y de conciencia. Para hacer frente a esa ofensiva, ha sido clave la comunión de los obispos, que han mostrado unidad sin fisuras en este tema. Pero en noviembre hay elecciones en Estados Unidos. Va a ser un año largo, y seguramente lleno de trampas para la jerarquía católica.

El debate en el Reino Unido

También el Reino Unido se ha dado por aludido por el discurso del Papa. La coalición de Gobierno entre conservadores y liberales quiere aprobar el matrimonio homosexual, a pesar de que 7 de cada 10 británicos se opone a la reforma. Los laboristas aplauden la reforma, que avala incluso el ex Primer Ministro convertido al catolicismo, Tony Blair. El primer ministro David Cameron, que no llevaba esta propuesta en su programa (la iniciativa ha sido de sus socios liberales), ha convocado una peculiar consulta ciudadana, de carácter sólo consultiva, y a través de Internet.

El debate no está en el Parlamento, pero sí en la sociedad. La Iglesia anglicana, profundamente dividida por asuntos como la ordenación de obispos homosexuales practicantes, no está en condiciones de dar una respuesta clara en este asunto. Ese papel ha recaído en la Iglesia. El pasado domingo, se leyó en las iglesias de Inglaterra y Gales una carta del arzobispo de Westminster y presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, en la que se hablaba del «deber de hacer todo lo posible para asegurarnos de que el verdadero significado del matrimonio no se pierda para las generaciones futuras». Han sido constantes también los pronunciamientos públicos de obispos. Desde las páginas del Telegraph, el cardenal Keith O’Brien, arzobispo de Edimburgo, ha escrito que «no podemos ser indulgentes con esta locura». Argumenta: «Desde la superficie, la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo puede parecer inocua», pero «la redefinición tendrá hondas implicaciones», por ejemplo, «en qué se enseña en los colegios» y se admite socialmente. «Se redefinirá la propia sociedad, ya que la institución del matrimonio es uno de sus fundamentos».

No obstante, diversas voces católicas han alertado que, frente al matrimonio homosexual, no basta con limitarse a defender el statu quo actual, sino que hay que abrir un debate a fondo sobre el matrimonio y la sexualidad. Llaman la atención iniciativas como la de la revista digital Mercator.net, con su nuevo blog Conjugality. Su responsable, el periodista Michael Kirke, ha puesto el dedo en la llaga, al afirmar que el matrimonio homosexual no es más que la evolución lógica tras «décadas de divorcio, infidelidad y contracepción», que han erosionado la concepción de esta institución, convirtiéndola en una simple oferta a la carta, al gusto del consumidor.

No es discriminación contra los homosexuales

«No es que la Iglesia se oponga al matrimonio homosexual. Lo considera imposible. Si fuera posible, tendríamos que apoyarlo, dado que la Iglesia nos dice que nos debemos oponer a toda forma de discriminación». Así argumenta el antiguo maestro de los Dominicos, Timothy Radcliffe, en las páginas del semanario católico británico The Tablet. En Estados Unidos y el Reino Unido, son frecuentes estos días los intentos de presentar a la Iglesia como enemiga de los homosexuales. «La Santa Sede ha condenado repetidamente la condena contra las personas por la percepción de sus diferencias sexuales», subrayó la pasada semana el observador permanente vaticano, el arzobispo Silvano Tomasi, durante una sesión del Consejo de Derechos Humanos sobre género. La Iglesia —dijo— es inequívoca en su condena, pero no por ello deja de alertar ante la manipulación ideológica que se esconde tras términos como identidad de género, ni deja de defender que «el matrimonio entre un hombre y una mujer provee el mejor entorno para la educación de los hijos» y conforma «la célula básica de la sociedad».