Fallece Juan de Dios Martín Velasco, un teólogo que «abría caminos»
«Podría decir de él muchas cosas, pero destacaría tres: su hondura espiritual e intelectual; su libertad, que he visto en pocas personas y que procede de esa experiencia mística que vivió y practicó; y su coherencia, a nivel intelectual y personal», explica uno de sus más estrechos colaboradores y amigo Antonio Ávila, que hoy dirige el Instituto Superior de Pastoral
El sacerdote y teólogo Juan de Dios Martín Velasco falleció este domingo a los 86 años de edad en la residencia sacerdotal de San Pedro, donde vivía desde el último año. La Iglesia en nuestro país pierde uno de sus teólogo más importantes del siglo XX, una relevancia que lo llevó a ocupar numerosos puestos de responsabilidad, fundamentalmente en Madrid. Destacó por su dedicación a la filosofía y a la fenomenología de la religión.
Natural de Santa Cruz del Valle (Ávila), en Madrid fue delegado de Migraciones, profesor y más tarde rector del Seminario Conciliar, miembro del Colegio de Consultores y del Consejo Presbiteral, así como profesor de la universidad Eclesiástica San Dámaso. También tuvo un gran recorrido en el Instituto Superior de Pastoral (ISP), del que fue profesor y director.
«Su muerte ha seguido la línea de toda su vida. Tranquila, en paz, dando gracias a Dios».Quien habla es Antonio Ávila, el actual director del ISP, colaborador y amigo de Martín Velasco, que confiesa que «ha sido una de las personas más significativas» de su vida.
«Podría decir de él muchas cosas, pero destacaría tres: su hondura espiritual e intelectual; su libertad, que he visto en pocas personas y que procede de esa experiencia mística que vivió y practicó; y su coherencia, a nivel intelectual y personal», añade en conversación con Alfa y Omega.
En este sentido, Ávila explica que era un hombre con una visón de la realidad «que iba más allá de lo que vemos los demás, que abría caminos, aunque no siempre era comprendido». Y destaca algunas de sus preocupaciones. La primera, la gente sencilla: «Hay una parte de Juan, cuando era delegado de Migrantes y abrió un colegio para chicos migrantes. Esta preocupación la había heredado de su madre». Otra es la evangelización y el análisis de la realidad sociocultural donde dominan la increencia y la indiferencia –había estudiado en Lovaina y regresó a España con una idea de Europa cuando aquí vivíamos en el nacionalcatolicismo–, algo que le lleva a «preocuparse por la formación de los agentes de pastoral y sacerdotes y la reforma de una Iglesia que sea más sencilla, más evangélica y más creíble».