Fallece Adolfo Nicolás, ex superior general de la Compañía de Jesús, «un hombre sabio, humilde y libre»
Su sucesor, el padre Arturo Sosa, su entrega total y generosa y su preferencia por los que sufren en el mundo. «Un hombre de Evangelio. Es una bendición haberle conocido», escribe en una carta a toda la familia jesuita
El jesuita español Adolfo Nicolás, quien fuera superior general de la Compañía de Jesús, ha fallecido este miércoles en Tokio (Japón). Así lo ha comunicado su sucesor y actual superior, Arturo Sosa, en una carta dirigida a toda la familia jesuita. «Con dolor, pero a la vez lleno de agradecimiento, quiero comunicarles que el Señor ha llamado junto a Sí al padre Adolfo Nicolás», comienza la misiva.
En ella, Sosa hace un breve recorrido por la vida del padre Nicolás –«que muchos llamábamos cariñosamente Adolfo y los jesuitas de Asia Pacífico, Nico»–, al que define como «un hombre sabio, humilde y libre». Y añade: «Entregado al servicio de modo total y generoso; conmovido por los que sufren en el mundo, pero a la vez rebosante de la esperanza que le infundía su fe en el Señor Resucitado; excelente amigo, de los que aman la risa y hacen reír a otros; un hombre del Evangelio. Es una bendición haberle conocido».
En el texto, el actual superior general comparte una breve oración escrita por Adolfo Nicolás tras los ejercicios que realizó en 2011, oración que se convirtió en habitual en las reuniones del Consejo General de la Compañía de Jesús. «Constituye una –añade Sosa– una excelente síntesis de su persona y de su espiritualidad»:
«Señor Jesús, ¿qué flaquezas has visto en nosotros que te han decidido a llamarnos, a pesar de todo, a colaborar en tu misión?
Te damos gracias por habernos llamado, y te rogamos no olvides tu promesa de estar con nosotros hasta el fin de los tiempos.
Con frecuencia nos invade el sentimiento de haber trabajado en vano toda la noche, olvidando quizá que tú estás con nosotros.
Te pedimos que te hagas presente en nuestras vidas y en nuestro trabajo, hoy, mañana y en el futuro que aún está por llegar.
Llena con tu amor estas vidas nuestras, que ponemos a tu servicio. Quita de nuestros corazones el egoísmo de pensar en ‘lo nuestro’, en ‘lo mío’, siempre excluyente y carente de compasión y de alegría.
Ilumina nuestras mentes y nuestros corazones, y no olvides hacernos sonreír cuando las cosas no marchan como querríamos.
Haz que al final del día, de cada uno de nuestros días, nos sintamos más unidos a Ti, y que podamos percibir y descubrir a nuestro alrededor más alegría y mayor esperanza.
Te pedimos todo esto desde nuestra realidad. Somos hombres débiles y pecadores, pero somos tus amigos.
Amén».
Desde España
En España, el provincial de los Jesuitas, Antonio España, recuerda, también a través de una carta, «la naturalidad y seriedad de su entrega el Señor, su incansable capacidad de trabajo, su inteligente sentido del humor, su pasión por el diálogo con las culturas y la profundidad de su pensamiento».
Para España, la profundidad es la palabra que mejor define «la meta a la que quiso conducir a la Compañía cuando esta le confió su dirección como general». Porque siempre procuró «una relación con Dios profunda, transparente y sencilla» para los jesuitas, a los que impulsó a afrontar con rigor cualquier acción que pudieran emprender, sobre todo en el diálogo interreligioso, el trabajo con los pobres y la inculturación. «Ahora que nos ha dejado a los 84 años de vida y 67 de vida religiosa, le recordamos con gratitud y nos hacemos conscientes de tener un importante intercesor cerca del Padre», concluye.
Biografía
Natural de Villamuriel de Cerrato (Palencia), fue el tercero de cuatro hermanos. Entró en la Compañía de Jesús en 1953 y desarrolló su formación entre Aranjuez (noviciado), Tokio (teología) y Roma. La mayor parte de su vida pastoral tuvo lugar en Asia. Concretamente en Filipinas, donde dirigió el Instituto Pastoral de Manila, y en Japón, donde fue profesor en la Sophia University de Tokio desde 1971 y provincial entre 1993 y 1999. También en el continente asiático fue nombrado moderador de la Conferencia de Provinciales de Asia Oriental y Oceanía en 2004, para lo que volvió a Filipinas.
En 2008 participó en la Congregación General 35 de la Compañía de Jesús, en cuya preparación había trabajado, y que lo acabó eligiendo como superior general en sustitución del padre Peter-Hans Kolvenbach. Se convertía entonces en el sucesor de San Ignacio de Loyola número 29, el séptimo de nacionalidad española.
«Durante sus años de generalato abrió la Compañía de Jesús a las sensibilidades orientales y a una espiritualidad en diálogo con el budismo y el hinduismo. Y realizó un trabajo de intensa reestructuración de las provincias jesuíticas europeas y americanas para crecer en eficacia ante los retos de nuestro tiempo. Desde una gran discreción ha dejado una estela de hombre espiritual, de maestro, que invita a la reflexión y a la profundidad en las misiones que la Compañía de Jesús debe llevar a cabo», se recoge en un dossier sobre su persona distribuido por los jesuitas.
Después de presentar su renuncia a los 78 años y ser sucedido por Arturo Sosa al frente de la congregación, el padre Nicolás se trasladó a Filipinas, donde volvió a colaborar con el Instituto Pastoral de Manila. En 2018 regresaría a Tokio.
En este último periodo se enmarca una de las últimas entrevistas que concedió. Fue a este semanario en febrero de 2017 durante una visita a España. En ella reflexionaba sobre los retos de la misión en Japón y en Asia. Sostenía que igual que los primeros cristianos buscaron una síntesis con el pensamiento de los filósofos paganos, «no hay evangelización posible sin alianzas con el budismo o el sintoísmo».