Un fenómeno cinematográfico con mucha fuerza es la reaparición invasiva del cine de posesiones y exorcismos. Si Dios se ha diluido en nuestro cine, no ha ocurrido lo mismo con el ángel caído. Salvo algunas películas que siguen la estela de El exorcista (W. Friedkin, 1973), y que por tanto tratan de respetar al menos los presupuestos teológicos del rito católico, como precisamente las dos entregas de Expediente Warren (James Wan, 2013 – 2016), así como El rito (Mikael Håfström, 2011), El exorcismo de Emily Rose (Scott Derrickson, 2005), o en cierta medida Líbranos del mal (Scott Derrickson, 2014), el resto se aleja por completo de una visión seria y coherente del demonio. Esos filmes se acercan más al nihilista terror oriental, con demonios muy poderosos ante los que parece que no se puede hacer nada. Es el caso de Exorcismo en Georgia (Tom Elkins, 2013), Posesión infernal (Fede Álvarez, 2013) Gothica (Mathieu Kassovitz, 2003) o Insidious (2010), curiosamente del mismo director que la que hoy nos ocupa.
Tanto El caso de Enfield, la segunda entrega de Expediente Warren, como su precedente se inspiran en los archivos de los demonólogos Ed y Lorraine Warren, un matrimonio de católicos que fundaron en 1952 la Sociedad de Investigación Psíquica de Nueva Inglaterra. Él era un estudioso de los fenómenos sobrenaturales, y ella era una vidente. Allí donde se daban casos de fenómenos paranormales susceptibles de interpretación sobrenatural, acudían los Warren como la mayor autoridad, y con el tácito apoyo de la Iglesia católica.
En este caso, cerca de las navidades de 1977, los Warren se ven obligados a desplazarse a Enfield, al norte de Londres, enviados directamente por la Iglesia para evaluar un caso de poltergeist y otros fenómenos paranormales ocurridos en la casa de los Hodgson. En la realidad, los Warren tuvieron muy poca participación en aquel caso, a diferencia de Maurice Grosse, que en el filme tiene un papel secundario. Aquel caso no pareció ir más allá de lo paranormal, a pesar de su intensidad, pero la cinta opta por introducir un elemento sobrenatural de posesión, en una trama inventada protagonizada por los Warren. Es esta trama donde se nota más la huella del director, James Wan, responsable del delirio esotérico de la saga Insidious. Sin embargo, el planteamiento es bastante correcto, siempre dentro de un paradigma cristiano, y Dios y el bien siempre tienen un protagonismo que en otros filmes no aparecen ni por asomo.
Las dos entregas de Expediente Warren cuentan con un guion de los hermanos Hayes que evitan desparrames esotéricos y mantienen a James Wan por la senda adecuada. En ese sentido se agradece la inexistencia de ambigüedad religiosa en el filme. La simbología cristiana llena la película, y los Warren siempre llevan consigo el rosario, y una cadena al cuello con la cruz. Además es un acierto el peso que tiene en la trama la dimensión dramática de los personajes, sostenidos además por unos excelentes actores, entre los que no solo destacan Vera Farmiga y Patrick Wilson, sino también la joven actriz Madison Wolfe, que encarna a la joven Janet, verdadera protagonista del filme.
James Wan
Estados Unidos
2016
Terror
+16 años