Una espada te traspasará el alma
Viernes de la 23ª semana de tiempo ordinario. Bienaventurada Virgen María de los Dolores / Lucas 2, 33-35
Evangelio: Lucas 2, 33-35
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Comentario
Sigue a la exaltación de la cruz de Jesús, su madre dolorida. Cristo no podía sufrir sin hacer sufrir a su madre. Pero los dolores de María no eran sólo los dolores de una simple Madre. Porque María era la madre del redentor de todos los hombres. Pues, María había aceptado ser madre, no de cualquier hombre, sino del redentor de todos los hombres. De ese modo, María llegó a aceptar, al asumir al redentor, el sufrimiento del redentor por todos los hombres: «y a ti misma una espada te traspasará el alma». Así, cuando María sufre por su Jesus, no sufre como sufre cualquier madre por cualquier hijo. María sufre por todos los sufrimientos de su Hijo, que son los sufrimientos de todos los hombres. Por eso, María, por Cristo, por su unión con Él, es corredentora: porque sufre con Él los sufrimientos de toda la humanidad al sufrir por Él. Por eso, también María sufre como la Madre iglesia todos los sufrimientos de sus hijos.
Pero María no redime por sí misma, sino cuando sufre los sufrimientos de su hijo, carne de su carne. Porque ese sufrimiento que era de su madre, le duele a Él y lo carga Él también, como redentor que era de su madre también: Jesús asume todos los dolores de la humanidad en la cruz, también los de su madre; es decir, Jesús hace suyos esos dolores —se los apropia sin expropiarlos—, también los de María. Carga así al sufrir por su madre con los dolores de toda la Iglesia.
Los dolores de Jesús y de María son, así, los dolores de toda la humanidad, que uno y otro cargan a su manera, cuando Jesús sufre por su Madre, y cuando María sufre por su Hijo.