Eugenio Campanario: «El tráfico no es el único factor para hacer una autovía»
El consiliario general general del Movimiento Rural Cristiano vive en el municipio pacense de Ahillones. En los últimos diez años ha visto el cierre en su calle de un banco, un bar y una tienda. Y la apertura de dos tanatorios. Es uno de los principales dinamizadores de la Campiña Sur y Los Pedroches y encabeza las reivindicaciones de una autovía. Busca con sus vecinos soluciones a la despoblación.
Usted es uno de los fundadores de la Plataforma Ciudadana A-81. ¿Qué es?
Se llama así porque pretende que la carretera que une Badajoz con Granada se convierta en autovía. Hace 20 años, el Gobierno habló de hacerlo y nosotros lo demandamos desde 2018, pero está paralizado. Solo hay un proyecto de autovía de Badajoz a Zafra de unos 70 kilómetros. El tráfico no puede ser el único factor para hacer una autovía, está también la promoción de un territorio. Por ejemplo, las autovías A-41 y A-43, que pasan por Castilla-La Mancha, no tienen mucha circulación, pero tienen sentido.
¿Por qué usted como sacerdote se ha implicado en estos movimientos?
Muchos creemos que estar presentes forma parte de los valores del Reino. Como dice el Evangelio, «que tengan vida y la tengan en abundancia». La autovía daría vida al comercio y habría seguridad. Tuvimos un accidente mortal el 18 de agosto y llevamos 14 muertos en seis años porque la carretera que hay es engañosa y tiene muchos cambios de rasante. Hace unos años, cuando murió una mujer en un accidente, convocamos un minuto de silencio en los pueblos de la comarca y reunimos a 400 personas. Son muchas, teniendo en cuenta que solo cuatro superamos los 1.000 habitantes.
¿En qué más plataformas participa?
La más mayoritaria es Salvemos el hospital, con más de 5.000 personas. El Complejo Hospitalario Público en Llarena está perdiendo médicos y se pretende derivar a la gente a Zafra. Eso sería un drama, porque la población está muy envejecida y no se puede desplazar. Otro problema sería el de los puestos de trabajo, todo lo que hay alrededor de mantenimiento, limpieza y administración. Mucha gente en los pueblos está trabajando allí y sería un palo muy fuerte, porque es el pulmón de la comarca.
Y protestan contra una megamina.
Aquí, en la Campiña Sur, hay once proyectos de explotación a cielo abierto. Es un riesgo grandísimo para la población porque contamina el agua. Liquida el trabajo habitual, que es el campo, porque expropian las tierras y una vez que las han explotado quedan inservibles. Se vende que la mina creará muchos puestos de trabajo, pero a las cifras que aportan hay que quitarles un cero. Si dicen que son 1.000, déjalo en 100. Y la gente con una gran formación que vendría de fuera no se va a vivir al pueblo más pequeño; en todo caso al más grande.
¿Qué medidas deberíamos pedir?
Estoy dentro de la plataforma España Vaciada y la idea clave, aunque suene a fantasía, es un pacto de Estado. Que haya un proyecto a largo plazo, de 30 años, con una inversión muy fuerte en favor de los pueblos. Llevamos 80 años con un modelo basado en desarrollar el Levante, el País Vasco y Madrid. Aquí en Extremadura, la mitad de nuestra familia se fue con 20 años, cuando podrían haber tirado de su tierra. Aquí se produce tomate, aceite y cerdo, pero la transformación se hace fuera. También es necesario rehablilitar el patrimonio, que es una riqueza, las iglesias y castillos.
¿Pueden los migrantes ayudar a combatir la despoblación?
En todos los pueblos hay presencia de inmigrantes, que son los que cuidan a las personas mayores. Son los que recogen las cosechas; ahora están cogiendo la aceituna. La mayoría llegan con tres o cinco hijos y son los que revitalizan los colegios. Es un impulso muy grande, pero no es la solución definitiva.