Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre - Alfa y Omega

Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre

Jueves de la 7ª semana de tiempo ordinario. Jesucristo, sumo y eterno sacerdote / Marcos 14, 12a. 22-25

Carlos Pérez Laporta
'Última Cena'. Altar de la iglesia del convento de las Carmelitas Descalzas de la calle Imagen, de Alcalá de Henares, Madrid
Última Cena. Altar de la iglesia del convento de las Carmelitas Descalzas de la calle Imagen, de Alcalá de Henares, Madrid. Foto: María Pazos Carretero.

Evangelio: Marcos 14, 12a. 22-25

El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, mientras comían, Jesús tomó pan, y pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:

«Tomad, esto es mi cuerpo».

Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo:

«Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

Comentario

Cristo es el único que ha sido capaz de mediar entre Dios y los hombres. Es el único sacerdote. Los demás sacerdotes en comparación con Él no son nada. Sólo en comunión con Él todos los demás sacerdotes son el signo de su intercesión por nosotros. Cristo es el único y verdadero sacerdote.

Porque todo en Él es sacerdotal. Su nacimiento nos ofreció la presencia De Dios en su cuerpo. Su vida privada consagró nuestra vida cotidiana. Su vida pública desveló la verdad divina en obras y enseñanzas. Por último, Cristo se ha ofrecido a sí mismo completamente. Ha sacrificado toda su divinidad en la cruz, para descender a la oscuridad del pecado y de la muerte; así ha llevado la presencia de Dios allí donde había sido rechazada. Además, ha sacrificado toda su humanidad para que podamos alimentarnos de su cuerpo y de su sangre: «Tomad, esto es mi cuerpo»; «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos». Permanece así para toda la eternidad como fuente por nosotros, para que al ritmo cotidiano con el que nos alimentamos de su vida podamos participar de su eternidad.