Estigmatizada y torturada, la hermana Wanda subirá a los altares - Alfa y Omega

Estigmatizada y torturada, la hermana Wanda subirá a los altares

Recibió los estigmas y locuciones que recuerdan a las revelaciones de Cristo a santa Faustina Kowalska: la hermana Wanda Boniszewska, torturada por el KGB, ha iniciado su camino hacia la canonización

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

El 9 de noviembre comenzó en Varsovia el proceso de beatificación de la hermana Wanda Boniszewska, una religiosa mística y estigmatizada que murió en olor de santidad el 2 de marzo del 2003, a los 96 años, después de 76 años de vida religiosa.

«Wanda Boniszewska, a pesar de la injusta condena a años de prisión soviética, permaneció heroicamente ante Cristo, testimoniándolo y llevando sus heridas en su cuerpo», afirmó el cardenal Kazimierz Nycz, arzobispo de Varsovia, durante el acto de apertura de la causa.

Wanda Boniszewska nació el 2 de junio de 1907 en una granja de Nowogródek, en la actual Bielorrusia, la quinta de once hermanos. Desde pequeña sintió inclinación hacia la vida religiosa y muy pronto quiso ser monja.

El 6 de enero de 1925 fue admitida en la Congregación de las Hermanas de los Ángeles, pero enseguida aparecen noticias de sus enfermedades en los registros de la orden, sufrimientos que ella ofrece por los sacerdotes, las religiosas, su congregación, por el Santo Padre y por su patria.

En torno al año 1935 le aparecieron los estigmas de la Pasión de Cristo, y su cuerpo se convirtió en una llaga abierta durante años. El 11 de abril de 1950, varias religiosas de su convento fueron detenidas por lo que después sería el KGB. Wanda también fue detenida y condenada en un juicio injusto a pasar diez años de trabajos forzados en Siberia.

En prisión rezaba por sus torturadores, pero incluso sus carceleros se acercaban a ella pidiéndole oraciones. A uno de los empleados de la prisión le dijo: «Prometo orar por ti para que tanto tú como tus hijos podáis llegar al cielo».

Tras recuperar la libertad viajó a Varsovia a retomar la vida religiosa con sus hermanas de congregación, hasta su fallecimiento el 2 de marzo de 2003.

Su postulador, el sacerdote Michael Siennicki, señala que «una de las razones para iniciar su proceso de beatificación son esos dones especiales que recibió, el don de los estigmas y el misticismo», pero también ha influido «su vocación de interceder y ofrecer sus oraciones y su sufrimiento, especialmente por los sacerdotes».

«Queremos mostrarla como modelo de vocación cristiana —prosigue el padre Sienicki—, como una persona que, a través de su vida, de una manera oculta y muy sencilla, vivió una santidad heroica».