«Este mes nos dejan en la calle»
Así viven dos familias sirias que llevan un año en España. Luis, Sonia y su hijo John se quedarán sin ayuda oficial este mes. Sara y sus hijas se quedaron sin ella en agosto, pero la Comunidad de Sant’Egidio en Madrid las acogió
Surgen estos días cientos de iniciativas a la espera de la llegada masiva de refugiados. Pero en España ya hay familias que huyeron de la guerra siria, que empezó hace cuatro años. En los Centros de Acogida de Refugiados (CAR) –hay dos en Madrid, uno en Sevilla y otro en Valencia–, 900 personas están a la espera de regularizar su situación. Otros pasaron un año esperando hasta conseguir sus papeles: según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), fueron 384 personas en 2014, de las que 122 eran sirias. Como refugiados legales tuvieron derecho a una ayuda, a través de organizaciones como CEAR, ACCEM o Cruz Roja, consistente en el pago del alquiler y facturas, la manutención y 50 euros para transporte durante 6 meses. Pero muchos han agotado ya esa ayuda. Si no encuentran trabajo su única alternativa será la calle. Eso sí, con dos importantes diferencias frente a los inmigrantes sin papeles: no se les cuestiona el derecho a la sanidad ni a un trabajo con contrato.
Luis, Sonia y su hijo John son una de esas familias que vivieron nueve meses en un CAR, el que está en la localidad madrileña de Alcobendas. Y sobrevivieron otros seis con ayudas públicas. Pero este mes de septiembre es el último en que recibirán ayudas. «No sabemos qué hacer, estamos desesperados y muy solos», dice Sonia, de 58 años y profesora universitaria de Economía. Luis, su marido, era arquitecto en Siria. Tenía su propio estudio. La guerra, su condición de cristianos y las amenazas de secuestro a su hijo adolescente, propiciaron que la familia vendiese rápidamente su casa y sus bienes y huyera a Líbano. «Allí solo pudimos estar cuatro meses, porque todo era muy caro y rápidamente se nos agotó el dinero», dice Luis. Como en Siria no hay embajada española, pidieron en Beirut el visado legal para entrar en España. «No queríamos venir, pero entonces era el único país europeo donde se concedían visados», cuenta Sonia. El motivo es que los sirios han venido de vacaciones durante años y había buena relación entre ambos países. «Ahora las cosas han cambiado. Poco después de nuestra solicitud, España cerró el grifo».
- El obispado de Tui-Vigo ha puesto a disposición de los refugiados el convento de Vilariño en A Ramallosa en el que podrán vivir varias familias.
- La archidiócesis de Mérida-Badajoz ha abierto una cuenta bancaria para realizar donativos y seguir ayudando a las familias que se encuentran en los campos de refugiados y en zonas de frontera. El número de la misma se puede consultar en su web.
- El arzobispado de Barcelona acogerá a 50 familias de refugiados en La Conreira, antiguo seminario diocesano.
- El obispado de Ibiza-Formentera ha pedido a los ciudadanos que suscriban una cuota mensual durante un año que permita pagar el alquiler de viviendas donde alojar a familias de refugiados. El número de cuenta se encuentra en la página web del obispado.
- La diócesis de Cádiz y Ceuta ha llamado a contribuir económicamente o con bienes así como a prestar un servicio de voluntariado, además de habilitar una cuenta destinada a la ayuda a los refugiados también disponible en su web.
- El obispo de Cartagena ha anunciado que se pondrán varias viviendas a disposición de los refugiados.
- La diócesis de Zamora, desde Cáritas, ha puesto a disposición todas las instalaciones que existen en la provincia que podrían suponer el alojamiento de unas 30 familias.
- La diócesis de Getafe está creando un red de acogida para refugiados que coordinará las instituciones y fieles que, a título particular, quieran ofrecer espacios para las personas que vienen huyendo de zonas de conflicto.
- El obispo de León, Julián López, ha ofrecido las casas rectorales y el edificio del Seminario Menor para acoger a refugiados.
- En Valencia, el cardenal Cañizares, ha comenzado a acoger en viviendas propias a familias de inmigrantes desplazadas.
- La diócesis de Orihuela-Alicante organiza este viernes 18 de septiembre una vigilia de oración por los refugiados en la parroquia de La Inmaculada del Pla a las 20:30 horas y estará presidida por Jesús Murgui.
Previo pago, Sonia, Luis y John consiguieron el visado. Pero primero probaron suerte con Holanda. «La ayuda a los refugiados es excelente, y además allí vive mi hermana», explica el marido. Ocho meses y medio después, la policía holandesa les sorprendió en mitad de la noche. «John no estaba, pasaba unos días en casa de un amigo». Les llevaron en pijama y descalzos hasta la cárcel, donde estuvieron dos días. Sonia se cayó y se fracturó la pierna y la espalda. Y sin mediar palabra, los metieron en un avión que les trajo a España. «Según el Tratado de Dublín, los refugiados tenemos que estar en el país donde solicitamos la visa».
El 27 de febrero de 2014 llegaron a nuestro país. Su hijo, tres meses después. «No tenemos esperanza», admite Sonia, acercándose a su pequeño altar particular. En la casa no hay adornos. Solo el avemaría en arameo, la imagen de la Virgen y varios rosarios. «Es lo único que nos queda». El siguiente paso es pedir a los servicios sociales del Ayuntamiento de Alcobendas más ayuda, e intentar acceder a la Renta Mínima, «pero no comprendemos los procedimientos», dice Luis. Una amiga suya, Dima, también siria, les ayudaba con los trámites, porque Luis y Sonia apenas hablan español. Pero encontró trabajo hace 15 días. De todos modos, «en el caso de que nos concedieran las ayudas, quedan muchos meses para empezar a percibirlas».
«Hemos encontrado una familia»
Sara y sus dos hijas llegaron a Madrid en condiciones similares. Tras una huida desesperada de Damasco y un año en el centro de Vallecas, «donde vivíamos con mucho miedo», consiguieron el estatuto de refugiadas y una ayuda de seis meses a través de ACCEM. Pero en agosto esta ayuda terminó. «Estábamos deprimidas, muy tristes. No hablábamos con nadie», cuenta Mariam, una de las hijas, de 25 años. Un día decidieron acercarse a una parroquia cercana al centro. Conocieron al párroco y este llamó a Tíscar Espigares y a Jesús Romero, de Sant’Egidio Madrid. «Desde ese momento, empezamos nuestra amistad con las chicas. Fue muy especial, porque desde nuestra comunidad siempre hemos rezado por Siria», explica Tíscar.
Han pasado nueve meses, y la vida de Sara y sus hijas ha cambiado por completo. «La Comunidad de Sant’Egidio nos ayuda a pagar el alquiler y las facturas, nos ha ayudado a encontrar trabajo y a matricularnos en cursos de formación para seguir estudiando, pero lo más importante es que son nuestra familia», explica Mariam. «Más que el dinero, necesitábamos alguien que se preocupara por nosotras», afirma. Ahora viven felices en España, labrándose un futuro lejos de la guerra. Todo gracias a que «ya no nos sentimos solas».
Toda la Iglesia se ha movilizado en la búsqueda de soluciones a la crisis de refugiados. En Roma, se reúne hoy el Pontificio Consejo Cor Unum con los organismos católicos que trabajan en Oriente Medio. Desde el Vaticano, se anima además a los episcopados europeos a ofrecer sus instalaciones y recursos a los refugiados. Pero como con buenas intenciones no es suficiente, el Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes está elaborando un documento con recomendaciones prácticas, con el objetivo de normalizar lo antes posible la vida de los recién llegados, y que aborda aspectos como las necesidades de atención médica, de alimentación o escolarización de los menores.
En España, representantes de la Conferencia Episcopal (el secretario general, José María Gil Tamayo; el presidente de Cáritas, Rafael del Río, y el director de la Comisión Episcopal de Migraciones, Sebastián Mora) se reunieron la pasada semana con la vicepresidenta del Gobierno, a la que reiteraron su disposición a colaborar en la acogida.
En Madrid, ayer se reunió la recién constituida Mesa por la Hospitalidad de la Iglesia en Madrid, presidida por el arzobispo, para coordinar la respuesta de la Iglesia. El sábado –como en otros muchos lugares de España– se celebró en el Seminario una vigilia de Oración. «Es necesario que las personas refugiados experimenten nuestra cercanía», dijo monseñor Osoro en la homilía. «¿Les buscamos?¿Notan los refugiados que estamos cerca de ellos?», se preguntó el arzobispo.
Para la asistencia a los refugiados, Cáritas Madrid ha habilitado una cuenta corriente (Concepto: IGLESIA DE MADRID POR LOS REFUGIADOS – Nº de cuenta: IBAN ES38 0075 0001 83 0607368971).