Estas son las claves de León XIV para suscitar vocaciones y revitalizar la fidelidad sacerdotal
En el 60 aniversario de dos decretos del Vaticano II sobre el sacerdocio, el Papa advierte frente a la «mentalidad eficientista» y el «quietismo» y subraya la importancia de la formación permanente y la sinodalidad en una carta apostólica sobre la fidelidad sacerdotal
El Papa León XIV ha advertido sobre dos tentaciones a las que pueden enfrentarse los sacerdotes contra la fidelidad a su misión en el mundo actual, acelerado e hiperconectado. La primera es «una mentalidad eficientista según la cual el valor de cada uno se mide por el rendimiento, es decir, por la cantidad de actividades y proyectos realizados».
En segundo lugar «una especie de quietismo: asustados por el contexto, nos encerramos en nosotros mismos, rechazando el desafío de la evangelización y adoptando un enfoque perezoso y derrotista». Para superar estos riesgos, el Santo Padre asegura que «cada sacerdote debe permanecer fiel a la misión que ha recibido, es decir, al don de la gracia transmitido por el obispo durante la Ordenación sacerdotal».
Esta es una de las reflexiones que ofrece el Pontífice en la carta apostólica Una fidelidad que genera futuro, publicada este lunes en el 60 aniversario de los documentos conciliares Optatam totius y Presbyterorum ordinis. Estos decretos se centraban, respectivamente, en la formación de los candidatos al sacerdocio y en el ministerio y la vida de los presbíteros.
Agradecimiento a los sacerdotes
Mirando al futuro el Papa León XIV desea que el camino de concreción y actualización de ambos decretos «se traduzca en un renovado Pentecostés vocacional en la Iglesia, suscitando santas, numerosas y perseverantes vocaciones al sacerdocio». La escasez de candidatos, además de suscitar la oración, «exige que todos revisemos la capacidad generativa de las prácticas pastorales de la Iglesia».

Seis décadas después, el Santo Padre considera «necesario» «revitalizar siempre y cada día el ministerio presbiteral, extrayendo fuerza de su raíz, que es el vínculo entre Cristo y la Iglesia, para ser, junto con todos los fieles y a su servicio, discípulos misioneros según su corazón».
No duda en expresar su gratitud a todos los sacerdotes. «En todas partes del mundo, ofrecen su vida, celebran el sacrificio de Cristo en la Eucaristía, anuncian la Palabra, absuelven los pecados y se dedican día tras día con generosidad a los hermanos y hermanas, sirviendo a la comunión y a la unidad, y cuidando, en particular, de quienes más sufren y pasan necesidad».
Formación permanente
Una de las claves de la carta es que en ella León XIV acentúa la importancia de la formación permanente de los sacerdotes, «de modo que constituya un dinamismo de constante renovación humana, espiritual, intelectual y pastoral». Y que asegure también «el crecimiento y la madurez humana de los candidatos al presbiterado, junto con una rica y sólida vida espiritual», incluso ante la crisis de confianza en la Iglesia provocada por los abusos cometidos por miembros del clero.
Asimismo para el Papa el tema formativo resulta central para afrontar «el fenómeno de quienes, después de algunos años o incluso decenios, abandonan el ministerio». Esta situación «exige mirar con atención y compasión la historia de estos hermanos y las múltiples razones que pudieron conducirlos a tal decisión».
En esta línea, señala que «especialmente en el tiempo de la prueba y de la tentación», la fidelidad es posible «cuando no olvidamos esa voz, cuando somos capaces de recordar con pasión el sonido de la voz del Señor que nos ama, nos elige y nos llama, confiándonos también al indispensable acompañamiento de quienes son expertos en la vida del Espíritu».
Con la sinodalidad no se pierde, se gana
El Santo Padre invita a vivir la fidelidad junto al ejercicio de la sinodalidad. «En una Iglesia cada vez más sinodal y misionera, el ministerio sacerdotal no pierde nada de su importancia y actualidad, sino que, por el contrario, podrá centrarse más en sus tareas propias y específicas», señala. Para seguir implementando esta eclesiología de comunión, el Pontífice pide superar «el modelo de un liderazgo exclusivo, que determina la centralización de la vida pastoral y la carga de todas las responsabilidades confiadas solo a él».

Los sacerdotes, recuerda, «por razón del sacramento del Orden ejercen el ministerio de padre y de maestro, importantísimo y necesario en el pueblo y para el pueblo de Dios». Sin embargo, añade, «son, juntamente con todos los fieles cristianos, discípulos del Señor».
Hace hincapié asimismo en la fraternidad sacerdotal, un «don que nos precede» y «nos hace partícipes del ministerio del obispo y se realiza en la comunión con él y con los hermanos». Insiste el Pontífice en que «la fraternidad presbiteral debe considerarse, por lo tanto, como un elemento constitutivo de la identidad de los ministros, no solo como un ideal o un eslogan, sino como un aspecto en el que comprometerse con renovado vigor».