Estaban al acecho para ver si curaba en sábado - Alfa y Omega

Estaban al acecho para ver si curaba en sábado

Lunes de la 23ª semana de tiempo ordinario / Lucas 6, 6-11

Carlos Pérez Laporta
Cristo y los fariseos. Anthony van Dyck. Metropolitan museum of Art de Nueva York (Estados Unidos).

Evangelio: Lucas 6, 6-11

Un sábado, entró Jesús en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada.

Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él conocía sus pensamientos y dijo al hombre de la mano atrofiada:

«Levántate y ponte ahí en medio». Y, levantándose, se quedó en pie.

Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?».

Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo:

«Extiende tu mano».

Él lo hizo y su mano quedó restablecida.

Pero ellos, ciegos por la cólera, discutían qué había que hacer con Jesús.

Comentario

«Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?». Para Jesús no hay término medio. La vida se opone a la destrucción y el bien al mal. No hay instancias intermedias. No hay grises. Todo se tiene que plantear en términos de salvación. Pues, para esto ha venido al mundo. Las costumbres humanas deben ser vividas para la Vida eterna. Las costumbres religiosas tienen que ser vividas para aumentar la vida hasta Dios. El sábado es el momento de la semana en el que se descansa en Dios, en el que toda la humanidad con todos sus dolores y fatigas reposa en Dios. El sábado es el día en que la creación y la historia llegan a Dios. El sábado el mundo se salva porque está con Él: es en ese descanso con Dios, en esa relación que todo cobra sentido, que todo se salva porque todo puede vivirse como relación con Dios a sabiendas que nada se perderá, que todo tiene un valor eterno. Jesús no ha venido a destruir las normas y las costumbres; sino a abrirlas a Dios.

Los fariseos, sin embargo, están «ciegos por la cólera». En lugar de abrir los ojos a Dios, los cierran a la forma mundana de sus costumbres. La palabra que utiliza Lucas para hablar de cólera es anoía, que significa no-razón. El milagro de Jesús abre la razón a Dios, a lo absoluto. La cólera es la razón cerrada sobre sí misma, el mundo cerrado sobre sí mismo, no dispuesto a abrirse a Dios. Una razón vivida para sí misma, que no deja espacio a Dios, no es una verdadera razón.