Camino Sinodal alemán: «Estaba claro que los obispos no se atreverían ya a votar en contra»
Dos mujeres que lo abandonaron aseguran que sus decisiones estaban condicionadas desde el primer momento
«Ahora tenemos dos iglesias incompatibles». Fue lo primero que pensó la periodista Dorothea Schmidt sobre las decisiones tomadas del 9 al 11 de marzo en la última sesión del Camino Sinodal alemán, después de tres años y cuatro meses. Aunque era una de sus miembros, no participó. Forma parte del grupo de cuatro mujeres que renunció a su puesto en febrero por los intentos de cambiar la doctrina católica: dos teólogas, una filósofa y ella, que es miembro de la asociación Maria 1.0.
Las votaciones de la semana pasada confirmaron sus temores. Por una amplia mayoría se exhortaba a los obispos a permitir «oficialmente» en sus diócesis la bendición de parejas que no pueden acceder al matrimonio —homosexuales o divorciados— a partir de 2026. Más ajustado fue el apoyo de los obispos: 38 a favor, nueve en contra y once abstenciones. También se aprobó permitir, con autorización de la Santa Sede, que los laicos prediquen en Misa. Al principio se pedía hasta que confesaran.
Ante las repetidas advertencias del Vaticano, se decidió no votar la creación de un Consejo Sinodal de obispos y laicos. Pero un comité le seguirá dando forma. Varios documentos piden solicitar al Papa que permita la ordenación de hombres casados y transexuales al sacerdocio, y la de mujeres al diaconado. El presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Georg Bätzing, afirmó que no se aceptarán respuestas «burocráticas» de la Curia. Solo dos documentos abordaron el problema de los abusos, que fue el detonante de que en marzo de 2019 la Conferencia Episcopal iniciara este proceso. Schmidt explica esta deriva porque, «desde el principio, la narrativa se basó en las causas sistémicas» de los abusos, y a partir de ahí se «afirmaba que debían cambiarse las estructuras».
Ella y sus compañeras están convencidas de que el resultado estaba predeterminado. «Los participantes estaban constituidos para ser una clara mayoría» progresista, asegura la filósofa Hanna-Barbara Gerl-Falkovitz. Eran 230 y se dividían a partes iguales entre 69 obispos, otros tantos representantes del Comité Central de los Católicos Alemanes (ZdK en alemán), y 92 de otras entidades, como la Alianza de Jóvenes Católicos (BDKJ). El ZdK es «una especie de asociación», por lo que no representa a los fieles, asegura Schmidt. Ellos y el BDKJ «creen que hablan por todos los católicos, pero no es así». «Son instituciones con fines políticos» liberales.
Esto se reflejaba en los encuentros. «Esperaba un verdadero intercambio» con reflexión y oración. Pero encontró «un tira y afloja» parlamentario. En el mejor de los casos, se ignoraban las voces que defendían el magisterio. Del mismo modo, «no fuimos informados» oficialmente sobre las advertencias del Vaticano ni «sobre el resultado de las conversaciones mantenidas en Roma» durante la visita ad limina del pasado noviembre, añade Gerl-Falkovitz. Dio igual que en junio de 2019 el Papa escribiera a los católicos alemanes pidiéndoles que tuvieran la evangelización como «criterio guía». O que en marzo de 2021 la Congregación para la Doctrina de la Fe aclarara que no es lícito bendecir a parejas homosexuales. O que en julio de 2022 la Santa Sede afirmara que «el Camino Sinodal no tiene potestad» para «adoptar nuevos modos de gobierno y nuevas aproximaciones a la doctrina». «La conversación seguía como si nada».
De hecho, había una fuerte presión en sentido contrario. En una ocasión, las tarjetas rojas con las que se expresaba desaprobación «se alzaron» contra un obispo «sin que hubiera dicho una palabra», afirma Schmidt. Relata también insultos, abucheos y ataques personales. Más aún: varias veces, incluido el último encuentro, «se rechazó el voto secreto. Estaba claro que los obispos ya no se atreverían a votar en contra de los textos». Bätzing llegó a aconsejarles abstenerse en vez de votar en contra para que las propuestas salieran adelante. Al cierre de esta edición, la Conferencia Episcopal Alemana no había respondido a las preguntas de Alfa y Omega.
Schmidt prevé que a partir de ahora muchos católicos abandonarán la Iglesia para no financiar con sus impuestos estos cambios, permaneciendo en comunidades «donde la fe florece». «Cada uno debe asumir su responsabilidad», sobre todo desde la oración. «Roma ya ha hablado. Confiamos en que Dios puede hacer lo imposible».