Esta parroquia zaragozana tiene un plan para los niños que lloran en Misa
«Si bautizamos a los bebés, tienen que estar en la celebración», reivindica su párroco, que define la familia como «Iglesia doméstica»
«Los niños forman parte de la comunidad cristiana. Si los bautizamos de bebés, los tenemos que tener dentro de la celebración», reivindica Jorge Ambel, sacerdote redentorista y párroco en Zaragoza de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Durante las celebraciones en esta iglesia hay un cartel en los últimos bancos con un mensaje muy claro: «Las familias con hijos que lloran y hacen ruido son bienvenidas». Como señala Ambel, «queremos transmitir que el templo es un hogar y lo repetimos mucho en Misa».
El redentorista explica con claridad que pretende «generar una cultura parroquial en la que nadie mire mal a una familia porque los niños correteen». Aunque matiza que no es una invención solamente suya. «A raíz de la pandemia hicimos un proceso de renovación pastoral y salía como tema recurrente cómo hacer que la parroquia fuera un espacio más amable para las familias», recuerda. Al habla con los feligreses, «todos los padres manifestaban esta inquietud: “Me da vergüenza que los niños hagan ruido”».
Tanto es así que muchos cónyuges habían desarrollado el hábito de que uno fuera a la celebración por la mañana mientras el otro se quedaba en casa con los peques. Después, por la tarde, se intercambiaran los roles. Una costumbre que se hacía con buena intención pero que Ambel y el consejo pastoral han hecho por desinstalar porque «entendemos que la familia es Iglesia doméstica y necesita celebrar la Misa junta».
Para acostumbrarse hay que estar
Ambel es muy práctico para explicar la propuesta de su comunidad. «Los niños tienen que acostumbrarse a estar en el templo y, para lograrlo, primero tienen que estar». Y añade que, «cuando hablamos de protección de la vida y fomentar la familia, hay que dar facilidades». En Nuestra Señora del Perpetuo Socorro lo que han hecho ha sido habilitar un espacio para que, «cuando los niños entran en barrena» —que pasa porque son pequeños— «puedan salir con su padre a una sala con una pantalla desde la que se retransmite la Misa». Así el mayor puede seguir la celebración mientras el niño se tranquiliza, para lo que «siempre tenemos unas mesas con algo para pintar».
Otras veces sucede el desastre y el pequeño se hace pipí encima. O caca. Pero hay solución. «Con el paso del tiempo hemos adaptado el cuarto de baño y se ha puesto un cambiador», cuenta el párroco, que lo ve como «una manera de acercarnos a las personas y las generaciones». De hecho, define «esta preocupación por el espacio y el ambiente» como un modo «de vivir la fe».
Con unos 2.000 feligreses regulares durante los fines de semana, Jorge Ambel celebra que en su parroquia «hay un grupo de matrimonios jóvenes y organizamos cursillos prematrimoniales cada seis meses». Y concluye alegando que «queremos generar esa fidelidad al sacramento y que se digan: “en mi parroquia me quieren, me acogen y soy bien recibido”».