Esta custodia permaneció escondida entre montes vascos - Alfa y Omega

Esta custodia permaneció escondida entre montes vascos

Sin saber muy bien cómo llegó a España, esta joya de orfebrería del siglo XVII fue encontrada por dos hermanas y actualmente está siendo restaurada para exponerla al público en noviembre

Ester Medina
Detalle de la custodia de Gaintza
Detalle de la custodia de Gaintza. Foto: Alejandro Aranda.

Gaintza es un pueblo navarro que apenas llega a los 100 habitantes. Situado al norte de la sierra de Aralar y haciendo frontera con Guipúzcoa, este pequeño enclave no tiene a simple vista nada reseñable, más que increíbles paisajes y una parroquia escueta y sencilla. Sin embargo, durante más de 30 años, este lugar ha servido de cobijo para la custodia de Gaintza, una auténtica joya de orfebrería hasta ahora desconocida y que se encuentra en restauración. Lo que la hace especial es no solamente su calidad artística y haberse mantenido oculta durante años, sino también su origen, ya que proviene de Ámsterdam.

«Todo lo que sabemos de esta obra se lo debemos a las hermanas Asunción y Mercedes Orbe, especialistas en platería, que en los años 90 la descubrieron, la dataron y escribieron un artículo de donde se sacó prácticamente toda la información», explica en conversación con Alfa y Omega Alejandro Aranda, responsable de bienes muebles del Arzobispado de Pamplona. Se cree que la razón del descubrimiento fue porque se estaba realizando en ese momento el catálogo monumental de Navarra, «una obra magna» en la que, durante 30 años, la Universidad de Navarra, en colaboración con el Gobierno autonómico y la diócesis, llevó a cabo el inventario de los bienes de toda la comunidad foral. Estas hermanas, que formaban parte de ese equipo, se recorrían los pueblos y las parroquias y llegaron a descubrir piezas como esta.

Sin embargo, la mayor incógnita que rodea a la joya sigue siendo cómo llegó desde los Países Bajos, algo que aún no se conoce con seguridad. «Es evidente que el mecenas o la persona que la encargó o la regaló tenía alguna especial vinculación con Gaintza. A lo mejor la trajo algún militar o un diplomático al servicio de la Corte», comenta Aranda.

La corona del emperador

Se trata de una custodia portátil; es decir, pensada para ser portada con las manos. Tiene una base ovalada de perfiles muy ondulados en sintonía con el movimiento del Barroco y sobre ella encontramos el astil o mando con un nudo en forma de jarrón y una peana con aspecto de nube con cuatro cabezas de querubín y dos campanitas colgando. Aranda, que también es historiador, destaca la importancia de la corona que se encuentra en lo alto de la custodia: «Llama la atención porque está cubierta por una mitra partida por la mitad y decorada con dos diademas, idéntica a la que en 1602 se realizó en Praga para el emperador Rodolfo II». Y alude a que es posible que el artista estuviera de alguna manera familiarizado con ella, ya que los Países Bajos eran parte del Sacro Imperio Romano Germánico. «Esta corona concede a Cristo la máxima dignidad civil que podía concebir alguien en el siglo XVII: la de emperador, rey de reyes, y cabeza de la cristiandad, junto con el Papa».

La custodia fue realizada en el año 1661 por el platero Michiel Esselbeeck, que estuvo afincado en Ámsterdam hasta su muerte en 1671. Detalles que se conocen porque la propia obra de arte está firmada con las iniciales del artista e incluso tiene grabado el año de creación. Los expertos, como Aranda, destacan su valor porque, a pesar de tener elementos decorativos comunes con otras custodias que se conservan en otros museos europeos, «es de las pocas que hay en España». Hay otra en la parroquia burgalesa de Santa María de Briviesca, que también proviene de Ámsterdam en la misma época, pero que es de distinto autor y tiene mucha mayor riqueza y complejidad.

«Queremos intentar devolverle un poco la dignidad a la custodia de Gaintza», indica Aranda. «Que recupere sus colores originales y dotarla de estabilidad estructural», porque el eje central se encuentra muy desviado. Por eso, cuando termine el proceso de restauración, que se prevé que sea a lo largo de noviembre, la obra se expondrá temporalmente en un rincón especial del Museo Diocesano de Pamplona con la idea de promocionarla. Posteriormente pasará a formar parte de la exposición permanente.

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