Esperanza en tiempos de zozobra

La Iglesia celebra este domingo, 1 de noviembre, la solemnidad de Todos los Santos, en la que se tienen presentes a aquellas personas anónimas que ya han alcanzado la santidad. Son un ejemplo para todos porque, como señala el Papa Francisco en Gaudete et exsultate, «todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra». No hay que confundirla con la conmemoración de los fieles difuntos, que se celebra al día siguiente, 2 de noviembre, y es una ocasión privilegiada para recordar a quienes ya no están entre nosotros, entre ellos a los miles de fallecidos que está dejando el coronavirus.

Ambos días son, eso sí, una invitación a vivir y a transmitir la esperanza cristiana, especialmente necesaria en estos tiempos de zozobra por el coronavirus y por sus consecuencias sociales. Poner amor en los actos cotidianos, consolar y abrazar a quienes han perdido a un ser querido y rezar por ellos, con la confianza puesta en la Resurrección, son el mejor recordatorio de que ni el dolor ni la muerte van a tener la última palabra.