Esperamos la manifestación plena de Cristo
Miércoles de la 3ª semana de Adviento / Lucas 7, 19-23
Evangelio: Lucas 7, 19-23
En aquel tiempo, Juan, llamando a dos de sus discípulos, los envió al Señor diciendo:
«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?».
Los hombres se presentaron ante él y le dijeron:
«Juan el Bautista nos ha mandado a ti para decirte: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”».
En aquella hora Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Y respondiendo, les dijo:
«ld y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Comentario
Juan se había alegrado ya en el vientre materno cuando María se presentó en su casa embarazada de Jesús. Había experimentado la alegría del nacimiento del mesías sin verlo, en la oscuridad del seno maternal y en la inconsciencia del feto, a la manera de un presentimiento. «Un no sé qué que quedan balbuciendo», diría San Juan de la Cruz. Los niños durante el embarazo experimentan las alegrías y tensiones de la madre, que permanecen para siempre. Desde entonces había vivido a la espera radical del cumplimiento de esa alegría que la presencia de María había provocado.
Ahora vive esa espera bajo el sufrimiento de la prisión (Lc 3, 20). La soledad, las condiciones deplorables, la ausencia de libertad… no son las características del Reino de Dios que él esperaba. Si las condiciones del vientre materno no impedían su experiencia del Reino, la cárcel parece someterle a una oscuridad y una inconsciencia mayor. No parecen suficientes las noticias que le llegan de Jesús por boca de sus propios discípulos (Lc 7, 18). Porque Jesús hace milagros, pero él está en la prisión. Cuando envía a sus discípulos, más que dudar, parece reclamar su parte; parece que suplica la salvación. Es como si con San Juan de la Cruz dijese «¿Adónde te escondiste, / Amado, y me dejaste con gemido? / Como el ciervo huiste / habiéndome herido; / salí tras ti clamando y eras ido». Con Juan todos esperamos la manifestación plena de Cristo en nuestras vidas, inundados por la esperanza a la que nos abre su evangelio: «los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados». Si su buena nueva nos hiere, y nos llena de espera, no nos escandalicemos de Él.