Especialistas en la libertad
El firmante del artículo, el padre Vázquez Allegue, mercedario, es profesor de Sagrada Escritura en la Universidad Pontificia de Salamanca
El 2003 fue año de celebraciones. Una de ellas es la del aniversario de la primera redención de Pedro Nolasco -el que luego fundaría la Orden de la Merced, los mercedarios-. Ochocientos años de la primera redención significan ocho siglos de historia de una familia empeñada en convertir a sus miembros en especialistas en la libertad dentro de la Iglesia.
Por aquel entonces, una buena parte de la Península Ibérica estaba en manos de los musulmanes. Los pocos cristianos que quedaban eran perseguidos por el hecho de ser cristianos y encarcelados y llevados al norte de África. Hoy lo llamaríamos persecución por razones ideológicas o de creencia, y hablaríamos de falta de libertad a la hora de poder expresarla y manifestarla.
En medio de aquel ambiente, Nolasco, mercader barcelonés, o francés, en sus múltiples viajes de negocios por el Mediterráneo, descubre la situación que viven los cristianos cautivos en el norte de África. La historia, tan bonita como pintoresca, ha venido configurando el quehacer de la Orden de la Merced, que se instituyó unos años después de manera oficial con una misión redentora en la Iglesia: redimir cautivos y liberar a los esclavos en peligro de perder la fe.
Las crónicas narran que en 1203 Nolasco, acompañado de una colección de amigos -los que luego serían los primeros frailes mercedarios-, organizó una expedición a Argel con el fin de comprar el mayor número de cristianos y devolverlos a la libertad. La misión fue considerada un éxito sin precedentes. Muchos cristianos volvían a recuperar la libertad y se convertían en auténticos defensores de la fe, y en animadores de nuevas campañas de redención.
Cuenta la tradición que, una noche, el joven Pedro Nolasco tuvo una visión. La Virgen María se le apareció para animar e impulsar la misión iniciada y para convertirse en la promotora de una acción que, desde el primer momento, tuvo el favor del rey Jaime I y del obispo de Barcelona Berenguer de Palou. El impulso de la Virgen hizo que, el 10 de agosto de 1218, la catedral de Barcelona fuese el escenario elegido para la fundación de la Orden de Santa María de la Merced para la redención de los cristianos cautivos.
El mensaje no podía ser más conmovedor y la misión más comprometida: dar la vida por los que carecían de libertad se convirtió, de inmediato, en el eje vertebral sobre el que se edificaba una organización centenaria que llega hoy hasta nuestros días.
El Santo Padre, con motivo de uno de los últimos Capítulos Generales de la Orden mercedaria, agradeció la entrega de aquellos religiosos que siguen trabajando a favor de las nuevas formas de esclavitud qu nos impone la modernidad de la sociedad actual. Juan Pablo II pronunció aquellas palabras que se convirtieron en estrella de la nueva programación redentora: «Los mercedarios en la Iglesia son los especialistas en la libertad».
A día de hoy, las situaciones de falta de libertad, de opresión, de esclavitud, de marginación, de todo lo que atente contra los derechos del ser humano se cifran por cientos de miles y millones. La misión del mercedario de hoy sigue siendo la misma que antaño, con la diferencia de que, a estas alturas de modernidad, los esclavos y cautivos se nos han multiplicado de forma geométrica. Y si resultaba antes difícil redimir cautivos, no menos complicado se me antoja descubrir hoy las situaciones más graves de falta de libertad, la esclavitud de las esclavitudes, la madre de las cautividades.