Los cineastas franceses Olivier Nakache y Éric Toledano, a pesar de haber trabajado juntos en varios filmes, son conocidos sobre todo por Intocable (2011). Ahora regresan para afrontar un guion escrito por ellos mismos, y probablemente más auténtico que el de la citada Intocable, que era una comedia de vocación mucho más comercial y de desarrollo mucho más previsible.
Bruno (Vincent Cassel) es un judío practicante que tiene una asociación dedicada a acoger en pisos a personas con autismo que, por sus difíciles condiciones, no les quieren en ningún centro hospitalario o institución. Por su parte, el musulmán Malik (Reda Kateb) tiene otra organización que forma a chavales en riesgo de exclusión para ser voluntarios en el acompañamiento de autistas en la asociación de Bruno. Ambas asociaciones funcionan en perfecta simbiosis, si no fuera por un pequeño problema: no están reconocidas por la Administración. De hecho, se ha puesto en marcha una inspección cuya finalidad es cerrar esas casas de acogida.
Con esta premisa, los directores se adentran en dos mundos paralelos de personas descartadas: el de los autistas que ya nadie quiere atender, y el de los jóvenes –casi todos inmigrantes– que no parecen tener futuro. Y de esa manera nos introducen en un mundo más humano, de relaciones verdaderas y desinteresadas, un mundo en el que lo que está en el centro es la persona y no las etiquetas o los prejuicios.
Una de las virtudes de esta cinta es que consigue armonizar perfectamente un cierto tono cómico en muchas de sus situaciones con el género dramático adecuado a la seriedad de los temas que se tratan. Algunos personajes, como Joseph (Benjamin Lesieur), el joven autista que hace prácticas en una fábrica de lavadoras, o el mismo Bruno, el protagonista, con sus titubeos amorosos, propician escenas hilarantes que permiten dilatar la sensación de ternura que atraviesa el filme. Más allá de las tramas personales, como la del cuidador Dylan (Bryan Mialoundama) y su problemático y autoagresivo paciente Valentín, la cinta pone el dedo en la llaga de una cuestión que afecta a nuestra sociedad del bienestar: la incapacidad del Estado de llegar a los más desfavorecidos de nuestro mundo, de nuestras ciudades. Incapacidad que a menudo encuentra su remedio en la sociedad civil, frecuentemente en obras de origen religioso, y que sin embargo no cuentan con el apoyo y a veces ni siquiera la simpatía de las Administraciones públicas.
Especiales es en ese sentido una película políticamente incorrecta, pero nada militante y menos aún ideológica. Es una cinta fundamentalmente humana que ilustra una gran verdad: ser verdaderamente acogidos es la mejor manera de afrontar los problemas que la sociedad ya considera insalvables. Sentirse acogido es la condición para poder iniciar un camino de construcción –o reconstrucción– personal. La película no muestra situaciones idílicas ni cierra en falso nada al servició de un happy end hollywoodiense. Y sin embargo –quizá por eso mismo– es un canto de esperanza razonablemente creíble.
Olivier Nakache y Eric Toledano
Francia
2020
Drama
+ 7