En cuanto se hizo público y hubo el consiguiente revuelo en las redes sociales, el curso organizado por el Centro de Formación del Profesorado de Castilla-La Mancha desapareció. Se titulaba Bienestar emocional a través de la astrología psicológica y estaba prevista su realización en un colegio de Infantil y Primaria de Albacete. Más allá de que se celebrara o no, es muy preocupante que iniciativas como esta pasen ciertos filtros de las administraciones públicas. La experiencia me dice que solo a veces es por ignorancia: cada vez hay más casos de complicidad. Porque el esoterismo —y más en su versión acaramelada y agradable a primera vista de la new age— campa a sus anchas en todas las esferas de la vida actual. Y el mundo educativo no es una excepción.
La presentación del curso de Albacete era muy significativa: la formación estaba dirigida a «docentes que sostienen que la educación va más allá de una mera transmisión de conocimientos», «quienes estiman la escuela como un lugar de crecimiento personal» y, cómo no, citando el mantra sagrado de la «innovación educativa». No es más que el señuelo típico de la novedad y el uso de términos atrayentes como bienestar, energías, paz interior, etc. Todo un catálogo de buenas palabras tras las cuales hay un panorama más oscuro: un determinismo que acaba con la libertad de la persona, una visión mágica y supersticiosa de la realidad, un adoctrinamiento basado en el miedo a fuerzas ocultas, una fácil deriva sectaria y, en ocasiones, consecuencias peligrosas para la salud (mental y física).
Y lo repito: el mundo educativo no es una excepción, ni el curso citado una rareza. Sin ir más lejos, ahí están los colegios Waldorf, que es antroposofía (secta esotérica) volcada en la escuela. Cada vez abundan más las propuestas de mindfulness que suponen toda una catequesis budista, las perspectivas pedagógicas «sistémicas» que no son otra cosa que la aplicación en el aula de las dañinas constelaciones familiares, el uso de la astrología y un largo etcétera. Que sus impulsores presentan como lo más novedoso y práctico, revestido de terminología científica (ahora todo es «neuro» o «cuántico») y con los efectos más maravillosos en la enseñanza. Ojo: también en la escuela católica, que así da la impresión de estar buscando otras espiritualidades, como si hubiera perdido la propia.