No es verdad 913 - Alfa y Omega

Rajoy promete un millón de empleos en dos años; El Gobierno ahorra 18.100 millones con la eliminación de 2.029 organismos públicos; Los abogados de ETA defraudaron a Hacienda casi millón y medio de euros; Detenido de nuevo el asesino etarra Santi Potros; El Tribunal Supremo le había permitido pasar la Navidad en casa, libre; El PP va a reformar parcialmente la ley del aborto; El Gobierno estudia bajar más los impuestos

Son algunos titulares de los periódicos durante los últimos días, y podría seguir reproduciendo algunos más. Y la pregunta elemental, la pregunta del millón, que cualquier españolito de a pie se hace, al leerlos, es ésta: ¿Por qué, si en 2015, que es un año electoral, es posible prometer y hacer todo eso, no se ha hecho antes? ¿Quién nos devuelve a los contribuyentes el dinero malgastado inútilmente en esa punta del iceberg, que son esos 2.029 organismos públicos que sobraban, puesto que pueden ser suprimidos y es mejor? ¿Cuántos organismos inútiles más sobran todavía? ¿Y pseudoembajadas? ¿Y asesores, consejeros, arúspices y arriolas?

Sigo leyendo en los periódicos y preguntando: Cameron replica al Papa y defiende la libertad de ofender. ¿A la respetable mamá de la lumbrera británica, también? Dice Morakis, sociólogo de guardia del partido Syriza (el Podemos griego): «Es lógico que haya gente que nos tenga miedo». ¿Sólo en Grecia? Garzón reprocha un error ético a Tania Sánchez, en plena crisis de Izquierda Unida. ¿Por qué lo que hacen los demás es corrupción, y en cambio lo que hace la novia del de la coleta, que se autoconcede subvenciones y, para seguir cobrando, se apunta a cursos de baile capoeira y de batería, es sólo un error ético, según sus camaradas? En 1977, había setecientos mil empleados en las Administraciones públicas; ahora hay cinco veces más. ¿Por qué; porque algunos sindicatos, partidos, alcaldías y concejalías se han convertido en agencias de colocación?

¿Qué diría el Rambo de la viñeta de Puebla, que ilustra este comentario, de haber podido estar en el entierro del torturador de Ortega Lara y haber podido comprobar la despreciable impunidad de cuantos hacen evidente apología del terrorismo y de los terroristas? ¿Acaso puede haber libertad sin seguridad? ¿Alguien me puede explicar razonablemente por qué aquí todo quisque no sólo sabe lo que vota cada magistrado, sino que sabe incluso lo que va a votar? ¿Alguien me puede explicar por qué siguen siendo, más o menos, los mismos los de la pandilla pseudomafiosa que viene desgobernando Cataluña, desde que murió el honorable Tarradellas, hasta el actual que va a despilfarrar otros ocho millones más, de nuestros impuestos, en unas elecciones anticipadas varios meses antes de que se celebren? El prestigioso magistrado señor Rodríguez Arribas ha dejado más que claro que «se anuncia la convocatoria de unas elecciones plebiscitarias políticamente tramposas y jurídicamente inviables, porque mezclar un proceso electoral autonómico con un camuflado referéndum puede incurrir en fraude de ley, que conduciría a la nulidad de pleno derecho».

En esta querida España de hoy, con académicos legendarios y políticos trileros disfrazados de tantas otras cosas, donde ¡seis de cada diez! jóvenes andaluces están desempleados, donde profesores de Lengua se ven obligados a impartir Danza y profesores de Filosofía a impartir Empresa, donde el Supremo autoriza que alumnos de 14 años hagan huelga sin consentimiento de sus padres, resulta que, según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, hay un 35 % de españoles que afirma no leer nunca o casi nunca. ¡Para qué!, ¿verdad? Ya hay listos de profesión que leen por ellos… Así nos luce el pelo, y eso explica muchas de las cosas que nos pasan, por no decir todas. Explica, por ejemplo, que haya gente tan cortita de entendederas que se propone como candidato a algo, lo que sea, en Sevilla, prometiendo la supresión de la Semana Santa, o que cree que el Papa justifica la violencia porque constata –constatar no es justificar– que, cuando alguien se mete con la madre de uno, «lo normal que le espera es un puñetazo». No hay más ciego que el que no quiere ver…?