No es verdad 911 - Alfa y Omega

Sí, es más que posible que el 2015, que acabamos de empezar a vivir, sea un añito de los de aquí te espero; especialmente en España, donde, como avisa Puebla, en la viñeta que ilustra este comentario, lo más sensato es irse parapetando y escudando, en plan Tedax, ante lo que puedan encerrar tantos interrogantes, de imprevisible respuesta, como se ciernen en el horizonte, y no sólo electorales. Algún benévolo comentarista ha vaticinado que será un año nervioso. De hecho, apenas ha dado sus primeros pasos y ya ha puesto de los nervios a un montón de gente. Ignacio Camacho ha escrito, en su columna de ABC, que «van surgiendo actores nuevos: Felipe VI, Ana Botín, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera…», y no sé si se ha dado cuenta cabal de hasta qué punto ha atinado con la palabra actores, ni si estaba pensando siquiera en lo que la situación tiene de teatro, o –quizás sería más exacto– de guiñol, a la vista de tanto títere, tanto tejemaneje y tanta manipulación cultural —es un decir, para entendernos— y mediática.

«La concentración del esfuerzo principal en la economía –ha escrito Camacho, lucidísimamente– ha desatendido la necesidad de una depuración moral del ámbito político, y el país ha llegado a un peligroso punto de agitación emocional en el que prioriza su frustración y su rabia, carne de cañón para el oportunista tráfico de esperanzas de los populismos». No se puede resumir mejor. El Marqués de Laserna, de la Real Academia de la Historia, en un artículo titulado Corrupción y moralidad, ha sentenciado: «A la religión se la ha condenado a la esfera privada y las sanciones morales ya no corresponden a la sociedad, con el aislamiento del culpable por una repulsa general; en el nuevo orden, quedan en la esfera de la conciencia particular». En el todavía reciente fin de año, nos han inflado a discursos de palabrería de todo a cien: aquí, cualquier mindundi se siente con derecho a endilgarte un discurso de fin de año; el año que viene, voy a proponer que haya también discursos de fin de año de los alcaldes, de los concejales de Cultura, de Hacienda, y de los Presidentes de las comunidades de vecinos, porque sin la reflexión de tanta lumbrera, ¿a dónde vamos a ir a parar?

Mientras El País asegura, en su portada, que PP y PSOE limpian su imagen ante el riesgo de un descalabro electoral —¿qué entenderá El País por limpiar y por electoral?—, desde la Junta de Andalucía se rasgan las vestiduras porque la falta de costumbre no les permite entender cómo es posible que la juez Mercedes Alaya pueda trabajar tanto, y no ven la manera de conseguir que deje de hacerlo. El bipartidismo amenazado afronta el año con más de dos mil imputados por corrupción y con una larguísima lista de espera, no sólo en Caja Madrid; pero en la cárcel, lo que se dice en la cárcel, sólo hay unos cuantos, y devolver lo robado, lo que se dice devolverlo, tararí que te vi… Y el gran José María Carrascal plantea la pregunta decisiva para un año decisorio: ¿qué elegimos los españoles?; ¿qué decidimos, en un año de decidir, en el que hay algunos que, en vez de decidir sobre lo suyo, pretenden decidir sobre lo de todos? Porque tenemos que ser nosotros quienes lo decidamos. No nuestros gobernantes, ni los europeos. Nosotros. Solitos.

Hay quien dice, con miedo a que se acabe el chollo, que España vive un proceso recentralizador, y lo cierto es que, a la vista de lo que han sido capaces de hacer y, sobre todo, de deshacer las Autonomías, va siendo hora de que competencias transcendentales, como la educación, vuelvan a ser cosa de todos, y no de unos cuantos manipuladores, para que no sea posible, por ejemplo, que a las chicas culpables del suicidio de una compañera de clase, acosada por ellas, les impongan, por todo castigo, unos meses de trabajos sociales. O para que los medios de comunicación no dediquen páginas a las mamarrachadas del actor Toledo, que no merecen respeto alguno. O para que unas monjas argentinas, que rescatan del olvido el convento de clausura de las clarisas de Ciempozuelos, no expresen su sorpresa por la falta de alegría de los españoles, ni pregunten: ¿Dónde está, dónde se esconde el espíritu español que nos conquistó y evangelizó?

¡Muy feliz 20015 a todos!