Germinal Roux, director de Fortuna: «Es función del arte hacer crecer en nosotros la sensibilidad hacia la acogida» - Alfa y Omega

Germinal Roux, director de Fortuna: «Es función del arte hacer crecer en nosotros la sensibilidad hacia la acogida»

Juan Orellana
Germinal Roux, director de la película 'Fortuna', junto a Juan Orellana
Germinal Roux, director de la película Fortuna, junto a Juan Orellana. Foto: Juan Orellana.

La película está rodada en un blanco y negro (B&N) perfecto. ¿Su elección se debe a razones estéticas o dramáticas?
Para mí el B&N no es una mera opción estética. Yo soy fotógrafo profesional, he sido reportero gráfico muchos años y siempre he fotografiado en B&N, y a partir de ahí, cuando empecé a hacer cine, todas mis películas las he filmado en B&N. Se ha convertido en mi lenguaje, en un idioma para mí. Esa posibilidad de viajar entre las sombras y las luces es mi lengua propia. Y siempre he querido contar las historias con ese lenguaje. En primer lugar, el B&N transmite la sensación de algo que está fuera de la realidad, da la impresión de que lo que se ve no está completo, y por tanto se invita al espectador a completar con su propia mirada lo que ve. La película así no puede culminar sin la aportación del espectador, cuyo espíritu se pone en movimiento. En realidad, el B&N funciona como un espejo que despierta preguntas en el espectador, y el proceso no termina sin su mirada.

La película es rica en metáforas visuales. Pero hay una especialmente elocuente. Fortuna cuida de un pollito que más tarde muerte y ella le entierra en la nieve. Se presta a interpretaciones muy diversas, incluso algún espectador puede pensar que se refiere a su propio embarazo.
Parto de la premisa de que mi trabajo como artista consiste en ofrecer un espacio de reflexión para el espectador. Los símbolos, las metáforas, y también de nuevo el B&N, son en mi cine como la poesía, nos permiten decir lo indecible y mostrar lo invisible. Con ello, empujo al espectador a ponerse en movimiento, a no detenerse en cosas establecidas y estáticas. No quiero cerrar la realidad, sino removerla, no dar respuestas hechas a las preguntas. La metáfora del pollito sirve para traducir en imágenes dos ideas: por un lado expresa la muerte de la infancia de Fortuna, ojo, no de la hija que hay en su vientre. Pero por otro lado, esa forma que ella muestra de afrontar la muerte de su pollito, al que entierra con cuidado y delicadeza, nos indica una cosa muy importante: que Fortuna sí es capaz de ser madre.

El filme nos muestra tres lógicas diferentes a la hora de afrontar la llegada de refugiados a nuestras fronteras: la lógica del protocolo –que es la lógica de los servicios sociales representada en la película por el coordinador de la casa de acogida–, la lógica de la ley –que en la película encarna la policía–, y la lógica del amor que viven los monjes.
Bufff… los políticos e intelectuales de toda Europa no paran de preguntarse cómo afrontar la situación desde hace mucho tiempo. En realidad desde que el mundo es mundo. Yo no tengo ninguna respuesta hecha. Pero todos los días estamos oyendo contar esas historias, cifras y cifras de muertos en el Mediterráneo, los que cruzan y llegan, los que no llegan… sutilmente los medios de comunicación han convertido esta realidad en algo banal, estadístico. Y eso ha dado lugar a una falta de sensibilidad sobre este tema. Yo pienso que es función del arte y de la poesía volver a hacer crecer en nosotros un mayor nivel de sensibilidad sobre la experiencia de la acogida, del compartir, sobre cómo abrir nuestras puertas a los demás, a los que son diferentes. Es un tema con el que estamos batallando desde el principio de la humanidad.

Llama la atención la profundidad con la que aborda el proceso de discernimiento de los monjes.
Yo no he querido hacer una película de temática religiosa, sino humana. Pero la ubicación en un monasterio me ha permitido plantear cuestiones que no se hubieran podido plantear de otra manera. No tengo conocimientos religiosos, pero siempre me he hecho una serie de preguntas que se reflejan en el filme. Por ejemplo, hay un momento en el que Bruno Ganz, que interpreta al superior de la comunidad, se pregunta si a veces, al tratar de imponer una forma de entender el bien, se puede terminar haciendo el mal. Esta es una cuestión muy importante que me he preguntado siempre.

La pureza de corazón de Fortuna es sobrecogedora. Ni siquiera intuye el mal en la relación íntima que un adulto mantiene con ella. ¿Es posible mantener esa inocencia en un mundo como el nuestro?
Esa inocencia es exactamente la que he visto en una joven refugiada como Fortuna en un centro de acogida. Tal cual. Yo siempre parto de la experiencia, precisamente para no equivocarme. Parto de la realidad, de mis conversaciones, de mis encuentros con jóvenes, con refugiados, con religiosos… es la forma de no cometer errores. Un ejemplo interesante fue mi encuentro con la comunidad religiosa del monasterio donde rodé la película. Cuando les propuse el rodaje, al principio no quisieron. Eran muy reacios a abrir sus puertas a un equipo de rodaje con toda su complicación, sus camiones, luces… Su negativa me sirvió para entender su punto de vista, la importancia que para ellos tenía el silencio, por ejemplo. Pero luego leyeron el guion, conversaron conmigo y cambiaron de opinión. Nos abrimos mutuamente a la experiencia del otro. Siempre trabajo igual: yendo al encuentro con el otro y entendiendo su punto de vista, para plasmarlo en mis películas.

Hay un versículo de san Juan que tiene mucha importancia en la película: «El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu».
Efectivamente. Quiero volver sobre el misterio de la creación artística. A veces las cosas se conjuntan de una manera que a mí me sorprende. En este caso, primero conozco a una chica como Fortuna, con su historia. Luego me entero de que en Suiza existe un monasterio que acoge refugiados. Fui a verlo y hablé con los monjes. Y fui uniendo las cosas, como las capas de un cuadro, y el descubrir su conexión me sirve de inspiración. Luego me encontré el versículo de san Juan que, de forma conmovedoramente poética, expresaba lo mismo que yo vivía y que, por otra parte, también indica lo que les pasa a los inmigrantes, que no saben a dónde les llevará el viento. Pero se puede interpretar de mil maneras. Lo importante es que esas palabras nos pongan en movimiento.

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