Entonces, ¿en qué consiste la nueva evangelización?
El concepto de nueva evangelización, que Benedicto XVI ha propuesto como la principal tarea de la Iglesia para el siglo XXI, aún suscita dudas: ¿En qué consiste, cómo se articula? ¿Cómo afecta a la vida ordinaria de los fieles? ¿Sólo implica evangelizar por Internet, o habrá que ir casa por casa? ¿Se trata de rebajar el Evangelio para que nos acepte la cultura de hoy? La Santa Sede acaba de presentar los Lineamenta del Sínodo de los obispos que, el próximo octubre, abordará estas cuestiones, y con los que anima a la Iglesia a hacer examen de conciencia, a recuperar el ardor apostólico, a ser imaginativa y a prepararse para una época de evangelización total y global
El ejemplo es revelador: el pasado jueves, un considerable número de responsables de las principales Universidades de España se reunieron en la Universidad Francisco de Vitoria, de Madrid, para abordar el papel de las universidades católicas, en el contexto de la nueva evangelización. Como ponente principal figuraba monseñor Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización. Entre los asistentes, laicos, sacerdotes y alguna consagrada, vinculados a diferentes movimientos eclesiales o familias religiosas, y algunos con notables responsabilidades eclesiales. La duda, sin embargo, se escuchaba en diferentes conversaciones de pasillo: Entonces, ¿en qué consiste la nueva evangelización?; El diálogo con los no creyentes, tipo «Patio de los gentiles», ¿es nueva evangelización, o sólo es el anuncio directo de Cristo, con estilo kerygmático? En sus propuestas de cómo articular la nueva evangelización de forma palpable, parecía que ni el propio Presidente del Pontificio Consejo quería (o sabía) dar respuestas concretas.
En realidad, estas dudas que flotaban en el ambiente son las mismas que reconocen los Lineamenta del próximo Sínodo de los Obispos, que, un día después de este encuentro universitario, se presentaron en la Santa Sede.
Preguntas por resolver
Este documento marca las líneas de trabajo para el Sínodo que se celebrará el próximo mes de octubre, sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. A lo largo de sus páginas, esboza lo que Benedicto XVI entiende por nueva evangelización, su urgencia y su importancia para que la Iglesia del siglo XXI sea fiel a la misión que le encomendó Jesús. El documento reconoce que la nueva evangelización tiene «un significado no siempre claro y estable» dentro de la propia Iglesia, a pesar de estar presente en la herencia del Concilio Vaticano II, de Pablo VI y de Juan Pablo II. Por eso, llama aún más la atención la claridad de ciertos planteamientos lanzados por la Santa Sede, con el visto bueno del Papa, e incluso fruto de su propia iniciativa. Porque, en realidad, también en esto Benedicto XVI parece ir por delante, provocando, abriendo el debate en el seno de las Iglesias locales, recordando los pasos de sus predecesores y advirtiendo proféticamente a todos los católicos que se juegan el ser o no ser en la acción apostólica: «El cristianismo y la Iglesia, o son misioneros, o no son. Quien ama la propia fe se preocupará también de testimoniarla, de llevarla a otros. La falta de celo misionero es carencia de celo por la fe. Al contrario, la fe se robustece transmitiéndola».
Qué es lo que no es…
Los Lineamenta recuerdan que la nueva evangelización no es «hacer nuevamente una cosa que ha sido mal hecha o que no ha funcionado (…), no es una simple repetición». Tampoco es «un juicio de desaprobación» hacia ciertos agentes pastorales; ni una estrategia «que esconda acciones de proselitismo en relación con otras confesiones cristianas»; ni una mentalidad que convierte a quienes no creen «en objetos de persuasión, no vistos como interlocutores» válidos. La nueva evangelización es «una actitud, un estilo audaz. Es la capacidad del cristianismo de saber leer y descifrar los nuevos escenarios que han surgido dentro de la historia, para habitarlos y transformarlos en lugares de testimonio y de anuncio del Evangelio».
Coraje e imaginación
Las definiciones sobre la nueva evangelización propuesta por Benedicto XVI abundan en los Lineamenta, para que todos los católicos empiecen a tomar conciencia de que cada uno debe ser partícipe de su desarrollo, con imaginación y ardor apostólico. Porque la nueva evangelización «consiste en el coraje de atreverse a transitar por nuevos senderos, frente a las nuevas condiciones en las cuales la Iglesia está llamada a vivir hoy el anuncio del Evangelio. (…) Es la capacidad de hacer nuestros, en el presente, el coraje y la fuerza de los primeros cristianos, de los primeros misioneros». Es, en suma, «el esfuerzo de renovación que la Iglesia está llamada a hacer para estar a la altura de los desafíos que el contexto socio-cultural actual pone a la fe cristiana, a su anuncio y a su testimonio, en correspondencia con los fuertes cambios actuales». Dicho de otro modo, se trata de la respuesta que tiene que dar la Iglesia ante un mundo en cambio.
Pero cuidado. La velocidad de los progresos tecnológicos pueden dar una sensación de cambio cortoplacista, y por tanto, la respuesta de la Iglesia puede errar el tiro en su diagnóstico del mundo que debe evangelizar. Como recordó monseñor Fisichella en el acto de la Francisco de Vitoria, «nos encontramos, no ante un cambio de cultura que se desarrolla en un par de décadas, por los avances de la técnica y la ciencia, sino en un verdadero cambio epocal, un cambio de la misma idea del hombre, que como todos los grandes cambios de la Humanidad, lleva desarrollándose siglos». O sea, que el cambio no consiste en utilizar o no las nuevas tecnologías para hablar de Dios. Los Lineamenta no huyen de esta reflexión, y explican que, «ante estos desafíos, la Iglesia responde no resignándose, no cerrándose en sí misma, sino promoviendo una obra de revitalización de su propio cuerpo», abierta a la acción del Espíritu Santo, «verdadero protagonista» de esta regeneración.
Abandonar lo estéril, copiar lo útil
Este protagonismo del Espíritu es la mejor garantía de éxito, entre otras cosas, porque supone que la nueva evangelización no nació ayer, sino que Dios lleva tiempo suscitando respuestas a estos desafíos en las Iglesias locales de todo el mundo, porque «la nueva evangelización no es un movimiento Norte-Sur o Este-Oeste; hoy la misión se encuentra en los cinco continentes». Así, los Lineamenta lanzan una batería de preguntas para que todos los Episcopados del mundo lleguen al Sínodo con un examen de conciencia serio sobre qué prácticas no funcionan, cuáles son los retos, en qué se han equivocado y, sobre todo, qué experiencias de éxito se están desarrollando y cuáles pueden imitar: «La nueva evangelización es lo contrario a la autosuficiencia y al repliegue sobre sí mismo, a la mentalidad del statu quo y a una concepción pastoral que se resiste a dejar de hacer las cosas como siempre se han hecho. Hoy, el business as usual ya no es válido». Si en tal lugar funciona evangelizar casa por casa, o en los bares, o por Youtube, o con charlas en las parroquias, o a través del cine, o siendo más explícitos en la evangelización de colegios y Universidades, o con nuevos itinerarios catequéticos, ¿por qué no aplicarlo en contextos similares?
Una conversión para todos
Si «la Iglesia existe para evangelizar», la nueva evangelización será la forma en la que vivirá la Iglesia del siglo XXI. O, más concretamente, el modo en el que cada católico que quiera ser un verdadero discípulo de Cristo vivirá su día a día. Por eso, los Lineamenta van de lo general a lo particular. No sólo analizan los seis principales campos de misión en los que la Iglesia ha de desarrollar su labor (medios de comunicación, la secularización, el fenómeno migratorio, la economía, la investigación científica y tecnológica, y el sector político), sino que hacen un llamamiento a la conversión personal: «No se puede transmitir aquello en lo que no se cree y no se vive. No se puede transmitir el Evangelio sin saber lo que significa estar con Jesús».
Concretar es convertirse
Además de las estrategias que las Iglesias locales desarrollen con imaginación y espíritu crítico para llevar a Cristo a los hombres, al concretar qué es la nueva evangelización, para cada cristiano se hacen imprescindibles la oración, los sacramentos, la vida de comunidad y el conocimiento del Evangelio, que no es «un libro o una doctrina», ni «un sistema de artículos de fe y de preceptos morales, ni, menos aún, un programa político», sino «una persona: Jesucristo como Palabra definitiva de Dios, hecha hombre». Si usted no tiene trato personal, diario y real con Él, no vive la fe en una comunidad en la que aportar su vigor y en la que alimentarse espiritualmente, o no tiene (o ha perdido) ímpetu evangelizador, o se convierte, o no está siendo fiel a la misión que le encomendó el Señor. Así de fácil. Así de radical. Así de cristiano.
Porque, como señalan los Lineamenta, «la transmisión de la fe no es una acción especializada, adjudicada a algún grupo o a algún individuo expresamente designado. Es la experiencia de cada cristiano y de toda la Iglesia». Aun de la Iglesia desgastada: «El clima cultural y la situación de cansancio en la que se encuentran varias comunidades cristianas, llevan al riesgo de hacer débil la capacidad de nuestras Iglesias locales de anunciar, transmitir y educar en la fe», sin embargo, la nueva evangelización «exige a las Iglesias locales un renovado impulso, un nuevo acto de confianza en el Espíritu que las guía, para que vuelvan a asumir con alegría y fervor la misión fundamental para la cual Jesús envía a sus discípulos: el anuncio del Evangelio, la predicación del Reino. Es necesario que cada cristiano se sienta interpelado por este mandato de Jesús y se deje guiar por el Espíritu a responder a la llamada, según la propia vocación».
Llega la Evangelización total
En resumen, la nueva evangelización es la Evangelización total, la que abarca a la Iglesia de todo el mundo, a todos y cada uno de los miembros de la Iglesia, y a toda la vida de cada católico, pues «este estilo evangelizador debe ser global, abrazar el pensamiento y la acción, los comportamientos personales y el testimonio público, la vida interna de nuestras comunidades y su impulso misionero, la atención educativa y la entrega cuidadosa hacia los pobres, la capacidad de cada cristiano de tomar la palabra en los contextos en los cuales vive y trabaja para comunicar el don cristiano de la esperanza. Este estilo debe apropiarse del fervor, de la confianza y de la libertad de palabra. (…) Una Iglesia de la nueva evangelización es capaz en todos los ámbitos de mostrar el Espíritu que la guía y que transfigura la historia».