Enterrar a los muertos
Si «el nombre de Dios es Misericordia», como dice el Papa, sus apellidos bien pueden ser los 14 modos que desde hace siglos propone la Iglesia para vivir y practicar el amor de Dios: las obras de misericordia. Estos son testimonios reales de cómo se puede vivir el Año de la Misericordia
¿De qué sirve la misericordia con el cuerpo, cuando uno ya está muerto? ¿Por qué la Iglesia dice que enterrar a los difuntos es una obra de misericordia? «Pues porque la muerte es un momento tan esencial de la vida, del que nadie se libra y que abre la puerta a la eternidad, que es necesario hacer presente el amor de Dios; y porque al cuerpo, que ha sido creado por Dios y ha sido templo del Espíritu Santo, hay que tratarlo con dignidad». La explicación es del hermano Hermenegildo, superior de la comunidad de Hermanos Fossores de la Misericordia de Guadix. El carisma de los fossores es cuidar los cementerios (en España lo hacen en Logroño y Guadix) para ocuparse de las exequias y consolar a las familias.
«Algunas personas –explica– dicen que lo que hacemos nosotros ellos no lo harían ni por todo el dinero del mundo. Y yo respondo que por todo el dinero del mundo tampoco lo haríamos. Lo hacemos para llevar el amor de Dios a otros en el momento del duelo». Porque «ante la muerte, sobre todo si es de alguien cercano, lo natural es que aflore el dolor, pero la presencia de un católico en un entierro o en un funeral debe ser garantía de calor humano, de acompañamiento, de esperanza y de oración».