El fin de semana pasado tuvimos la suerte de poder encontrarnos. Fue en el colegio mayor de Santa Cruz la Real, en Granada, residencia universitaria de los dominicos y una joya del arte. Un lugar casi divino, como nuestra reunión.
Era un encuentro por Honduras, aunque solamente había 15 o 20 hondureños de los casi 220 participantes. Los otros venían de muchos lugares: La Coruña, Pamplona, Barcelona, Madrid, Sevilla, Fuengirola, Las Palmas, Lanzarote, alguien de Burgos, otra amiga de Francia… y la gran mayoría de ciudades y pueblos cercanos o de la misma Granada. Había gente de todas las edades, de todos los niveles económicos y culturales. Una maravilla de diversidad. Y otra cosa muy importante: diversos niveles de fe, que hoy todo se cuenta y se mide. Unos creyendo tener una fe muy alta y otros creyendo rozar el cero y hasta por debajo. ¡Qué aparentes diferencias! Pero todos, en el fondo, afectados de una u otra forma por la realidad del encuentro con Honduras. Unos en primera persona y otros porque «me lo han contado».
No ha llegado a dos días. Nos hemos saludado como familia, nos hemos escuchado, especialmente a los jóvenes que, por unas becas conseguidas en la Universidad de Granada han venido a estudiar desde Honduras con unas becas Erasmus. ¡Cómo nos han llegado sus testimonios de entrega y esfuerzo para superarse a sí mismos y preparase para tener un futuro mejor!
Keila nos contó cómo tenía que caminar cuatro horas cada día durante los tres últimos años para lograr sacar los cursos de nuestra ESO. Y lo mismo pasaba con Elves, Erlin, José Ángel, José Manuel y José Reinaldo. Para ellos era imposible seguir estudiando. Encontraban todas las puertas cerradas para lograr prepararse y servir de alguna manera en la solución a los problemas del mundo.
Estos chicos estaban aparcados por la lejanía entre sus comunidades y los centros educativos, y por los escasos recursos económicos de sus familias. Han sido muy afortunados consiguiendo estas becas y están deseosos de volver a su tierra hondureña para lograr sus metas. Sus testimonios nos han emocionado a todos y nos han impulsado a continuar las tareas para hacer un mundo algo más justo. Nos evangelizan al motivarnos para construir un mundo mejor. Escuchar sus palabras y sus vidas nos hace mejores, nos sugieren buscar caminos para la solidaridad, para buscar algo más de justicia, de dignidad humana. Nos llevan muy cerca del Evangelio o quizá del mismo corazón del Evangelio.
Terminamos el encuentro con la Eucaristía. Vino el obispo de Guadix, don Ginés, que pasó 15 días con nosotros en Honduras el febrero pasado. Nos recordó aquello de que «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios».
Y después de la foto, hemos salido todos llenos de esperanza. El año que viene… ¡en Sevilla!