En Nuestra Señora de la Visitación gente de un movimiento prueba otros
Situada en un barrio residencial de Las Rozas, esta parroquia tiene una Cáritas pequeña pero acompaña a familias afectadas por las drogas o conflictos
Cuando Jesús Pinto llegó el año pasado de su anterior parroquia, en Vallecas, a Nuestra Señora de la Visitación, en Las Rozas, el cambio fue evidente. De un distrito popular aterrizaba en El Burgo, un barrio residencial en uno de los municipios de la zona metropolitana. Casi todo su territorio lo forman chalés adosados construidos entre finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo pasado. «Es distinto al centro de Las Rozas», población más heterogénea.
Sus feligreses son de clase media-alta, si bien el sacerdote matiza que las casas de la zona no cuestan mucho más que pisos del mismo tamaño en no pocas zonas de la capital. «La calidad de vida es muy buena, aunque es fundamental tener coche porque no hay ninguna tienda». Además de quienes compraron su casa hace 30 años hay familias jóvenes, «y bastante numerosas»; hasta el punto de que «las Misas son una santa locura». Por otro lado, muchos vienen de Majadahonda, Torrelodones, o Villanueva del Pardillo.

Con todo, lo que más le llamó la atención fue «la riqueza de grupos y movimientos y cómo conviven»: miembros de Cursillos de Cristiandad, del Camino Neocatecumenal, de la Renovación Carismática, de retiros de Emaús y de Effetá no solo comparten edificio, sino que «se sienten comunidad, donde cada uno aporta su riqueza», conscientes de que son «distintos caminos hacia la misma meta». Además de colaborar, por ejemplo como catequistas, «bastantes personas» que viven su fe en una de estas realidades prueban y se enriquecen en otras o en grupos generales. También abren sus actividades. Esto permite, por ejemplo, «invitar a alguien potente para toda la parroquia en vez de solo para algunos».
Esta comunión se vivió este año de forma muy especial al organizar por primera vez, el 31 de mayo, la Fiesta de la Visitación. «Cada grupo se encargó de una cosa», relata Pinto, y «resultó un día muy bonito» con la procesión con la imagen de la Virgen desde el cercano parque París, Misa solemne animada por el coro polifónico y una verbena con karaoke.

En cuanto a la pastoral general, además de los tradicionales grupos de catequesis, con 70 niños, también la hay para adultos que retoman su iniciación cristiana, muchas veces tras «encontrarse con el Señor» en un retiro de Emaús o Effetá. «Este curso han recibido los sacramentos doce y el anterior, más». También hay un Aula de Teología en la que se forman una treintena de fieles.
Por su ubicación, la pequeña Cáritas parroquial no tiene mucha demanda; apenas unas pocas familias de una zona que tiene pisos. La comunidad, en cambio, acompaña una realidad social de tanto sufrimiento como es tener a un hijo en la droga, algo que «desgraciadamente sigue siendo un problema muy actual», recuerda el párroco. Guiado por un matrimonio en esta situación «que hizo todo un proceso muy acompañado» nació Qumi —del evangélico «talitha qumi», «muchacha, levántate»—. No pertenecen al ámbito de Alcohólicos Anónimos, sino que se trata de que las diez familias de todo Madrid que acuden «recen juntas, compartan y se acompañen desde la propia experiencia», ofreciendo «un lugar sagrado donde descansar».

Otra de las grandes apuestas de la parroquia es la familia. Además de albergar ocho grupos de Proyecto Amor Conyugal, cuenta con un Centro de Orientación Familiar con psicólogos voluntarios que ofrecen tanto terapia y ayuda personalizada para superar crisis y conflictos, como formación para la feligresía. «No se trata de acudir cuando ya estás al borde del precipicio».