En Nicaragua, «mientras Dios libera a los presos, el diablo encarcela a más» - Alfa y Omega

En Nicaragua, «mientras Dios libera a los presos, el diablo encarcela a más»

Una de los 135 líderes católicos excarcelados a Guatemala detalla su experiencia en la cárcel

Rodrigo Moreno Quicios
Procesión del Domingo de Ramos este 2024 en Managua. Foto: OSV News / Maynor Valenzuela, Reuters

«Lo primero que quiero es darle gracias a Dios por poder estar lejos de mi nación, cualquier cosa es mejor que estar en la cárcel». Al otro lado del teléfono, una de los 135 nicaragüenses excarcelados a Guatemala el pasado mes de septiembre habla con mucha emoción. Prefiere que ocultemos su nombre por miedo a las represalias del régimen a su familia. Muy implicada en un potente movimiento de la Iglesia católica, cuenta cómo al predicar un área rural de su país «donde hay niños y campesinos, obtuve un liderazgo». Es la única explicación que encuentra a su arbitraria estancia en prisión de 17 meses que comenzó en 2023 y de la que pudo liberarse gracias a la ayuda de la Embajada de Estados Unidos y de Bernardo Arévalo, el presidente guatemalteco.

Nuestra confidente explica que, al igual que ella, en Guatemala «están todos los pastores evangélicos que estaban secuestrados». Y llama al ecumenismo porque ha compartido presidio con ellos «y hay momentos en los que nos reunimos para orar por Nicaragua y los que siguen presos». Revela que «aún quedan 16 mujeres secuestradas y aisladas a las que no les permiten visitas de sus familias sin que nadie les dé una razón». Y denuncia que el régimen de Ortega incurre en «torturas no solo al preso político sino también a sus parientes».

Esta mujer en el destierro define la represión de Daniel Ortega y Rosario Murillo como «un delirio». «Saben que desde 2018 nadie quiere nada con ellos, lo que les sostiene en el poder son los armas». Considera la liberación del grupo de presos al que pertenecía como «un milagro gracias a la oración viva de los nicaragüenses». Aunque lamenta que «mientras Dios va liberando a los encarcelados, el diablo sigue metiendo más».

Asimismo, recuerda la «persecución brutal contra los sacerdotes» y protesta por la imposibilidad de «orar en alta voz por un preso político porque, ante lo mínimo que digas, te meten preso o te mandan matar». Ante un escenario tan difícil, mantiene la esperanza: «La Iglesia sabe que, lo que no puedes decir, Dios lo escucha desde el fondo de tu corazón y contra eso no pueden hacer nada».

«Un juicio decadente»

Esta laica, quien ya estuvo encarcelada durante once meses tras las protestas estudiantiles de 2018, denuncia que en prisión «las torturas físicas son catastróficas y el maltrato verbal por parte de la Policía y los militares, muy vulgar». Agradece a «la presión internacional» que, durante su segunda estancia, «los captores no nos tocaran un pelo de la cabeza». Pero, «aunque tenían la orden de no maltratarnos físicamente, lo hacían de otra manera». Por ejemplo, «nos encerraron en una pequeña celda toda de metal donde pasábamos el día y la noche bañados en sudor y el oxígeno no entraba». Entre las secuelas, enumera una «presión arterial altísima y la piel enllagada por el exceso de calor».

En cuanto a su proceso de detención, denuncia que «nunca me dijeron por qué me habrían secuestrado». «Un día llegaron a mi casa, me dijeron que tenía una entrevista con la Policía y me sacaron con 20 patrullas, entre las que también había paramilitares». Después tuvo «un juicio decadente» en el que «no pude hablar». «Sí conté con un abogado defensor de oficio gracias a que Estados Unidos me lo puso y fui acusada de poner comentarios a un post de Jorge Solórzano», obispo de la diócesis nicaragüense de Granada. Como pruebas, «extrajeron fotos de mi Facebook y se las pegaron a una hoja en blanco».

Sobre su acogida en Guatemala, narra entre sollozos que «hemos sido recibidos con abrazos y llanto». «Los guatemaltecos han sido muy cariñosos y nos han tratado como reyes». Y añade que esta cálida recepción «nos ha dignificado porque el arresto y el secuestro fueron muy humillantes». «A la cárcel nos llevaron desnudos», recuerda.

Esta mujer pronostica que Daniel Ortega y Rosario Murillo «van a ser derribados y no va a quedar piedra sobre piedra de lo que han hecho». Tiene «la firme convicción de que nuestro destierro es temporal» porque «muchos altos mandos de la Policía y el Ejército no están contentos con lo que está sucediendo», lo que explica «ese delirio de persecución de Ortega y Murillo». «Saben que están solos y, en su enfermedad mental, se dicen “antes de que nos destruyan, vamos a destruirlos nosotros”».

Finalmente, asegura que «nuestra lucha no es política sino espiritual». Y concluye alegando que, «entre las 135 personas que hemos salido de la cárcel, algunos somos muy religiosos y vamos a seguir orando incesantemente por Nicaragua y los presos políticos».