En la cuna de la movida madrileña esta iglesia vela por las noches
La parroquia de San Ildefonso es base de operaciones de jóvenes evangelizadores y un faro para los usuarios de un cercano centro de acogida municipal
Todos los días, cuando termina de celebrar la Misa de ocho de la tarde, Pedro Luis López despliega las puertas grandes de la parroquia de San Ildefonso y los Santos Niños Justo y Pastor. «Hay bastante gente que deambula por ahí, se sorprende y me pregunta por qué abro la iglesia. Yo les respondo: “Porque si está cerrada, no puedes entrar”». Erigida en el antiguo barrio de Las Maravillas, conocido hoy como Malasaña, está a 250 metros de El Penta y a 400 de La Vía Láctea, dos emblemáticos garitos en los que se fraguó la movida madrileña. Todo lo que la rodea es «zona de marcha y discotecas» por lo que, según el párroco, supone «una auténtica tierra de misión». «A veces hay que hacer como Jonás en Nínive o san Francisco Javier en Japón y salir a la calle a anunciar», reivindica.
Entre semana, la iglesia de San Ildefonso no suele cerrar sus puertas hasta las once de la noche. Pero el fin de semana echa el resto y permanece abierta hasta la una de la madrugada, pues su párroco está abierto a la prórroga y «me da igual dormir una hora más o menos». «Muchas veces, cuando voy a echar la llave, entra un grupo de diez o doce personas, me hacen preguntas y surgen las conversaciones más interesantes», apunta López. Y recalca que, aunque el vecindario es zona de fiesta, la gente joven se le acerca con el mayor de los respetos. Incluso «alguna vez me han pedido confesión».
La codiciadísima ubicación del templo en «un barrio que se ha puesto de moda y en el que todo el mundo quiere vivir» les sirve como lugar de referencia a un grupo de jóvenes que, a raíz de varias iniciativas nacidas de los preparativos de la JMJ de 2011, evangelizan el ocio nocturno. Todos los meses, «viene un grupito de 15 chavales de distintas parroquias de Madrid, tienen un rato de oración ante el Santísimo y salen a la calle» para dar testimonio a quienes se les pongan a tiro. Según cuenta López, «hay gente que se para con ellos, acepta su invitación, pasa a la iglesia, reza, enciende una velita y hace una petición».
Renovada por la Borriquita
Otro de las apuestas por la renovación en esta iglesia viene de la devoción popular, también la de nuevo cuño, pues la llegada de la Hermandad de la Borriquita a este templo en 2015 ha supuesto un auténtico soplo de aire fresco. Creada en 2011, Pedro Luis López la define como «una hermandad joven, muy popular y dinámica a la hora de organizar cosas». Confiesa que la primera vez que la vio procesionar un Domingo de Ramos «me quedé sorprendido». Presume de que «es la única que sale de la catedral de la Almudena» y describe como «muy significativo» su recorrido por las estrechas calles del Madrid más histórico porque así se imagina «la entrada del Señor en Jerusalén».
Pero la «joya de la corona» de esta iglesia es, según el sacerdote, su Cáritas parroquial. «Funciona muy bien, aunque ojalá no hiciera falta», opina. Como el templo está muy cerca del centro de acogida municipal Mejía Lequerica, sus usuarios les piden ayuda en cuanto se enteran de su existencia. Los suelen atender Emilio y Marisol, dos feligreses volcados en la acogida que, él con más de 80 años y ella «mucho más joven», «los ayudan con el papeleo y a conseguir el permiso de residencia». Otros ocho voluntarios están implicados en el reparto de comida y, apoyándose en la logística del Banco de Alimentos de Madrid, atienden a unas 80 familias. «Hay que hacerlo con mucho rigor porque así lo exige la organización», advierte López.
Esta iglesia, que cumplirá 200 años dentro de tres, fue erigida sobre las ruinas de otra que José Bonaparte derruyó con la intención de despejar una gran plaza. Pero, acabada la ocupación francesa, poco tardaron los madrileños en levantar este templo neoclásico en el solar. Y aunque la fachada es discreta y en la manzana hay pintadas, López celebra que «es coqueta y la gente se sorprende porque por dentro es muy especial».
El párroco se despide revelando el valiosísimo secreto que le confió una feligresa: san Ildefonso, patrono del templo y representado en el retablo mayor, «concede todo lo que se le pide porque, como es muy poco conocido, no tiene tanta clientela». Así que, si en alguna ocasión rondan el Madrid más noctámbulo, podrán acercarse a conocer al santo y esta iglesia abierta de par en par.