En la cárcel - Alfa y Omega

Los humildes habitantes de Kalapia no son dueños de las tierras que cultivan. Son solo guardianes y jornaleros. Las tierras pertenecen al pueblo vecino, Sakarpur, de donde muchas mañanas un rico terrateniente venía montado a caballo y, con la excusa de visitar sus tierras, aprovechaba también para montar a algunas chicas jóvenes cuando las sorprendía en el oscuro interior de los extensos campos de caña de azúcar. Hasta que una mañana le esperaban en el mismo cañaveral los airados padres de sus dos últimas víctimas.

La Policía no tardó en encontrar a los dos culpables, pues ellos mismos confesaron sin excusas lo que habían hecho y el por qué. Fueron encarcelados en espera de sentencia.

Me enteré de lo ocurrido pues los dos criminales tenían a sus hijos internos aquí en la misión, y decidí ir a visitarlos en la cárcel de Bharuch, donde estaban presos.

Me dieron lástima cuando los vi entrar en la sala de visitas vestidos con un ridículo y humillante traje amarillo en el que parecían dos pobres canarios asustados. Ellos, a quienes yo conocía como dos hombrones honestos trabajadores y dignos padres de familia.

La cosa cambió cuando, más relajados, me contaban entre risas la buena vida que llevaban en la prisión con dos comidas calientes al día, apenas trabajo, agua corriente, retretes, un camastro para dormir… ¡Para ellos aquello era como un hotel de cinco estrellas!

De vuelta a la misión, contacté con un buen abogado que tardó un mes (¡y 5.000 rupias!) en conseguir que los dos criminales fueran puestos en libertad.

Lo siento, muchachos, vuelta a la dura vida normal, tan distinta del hotel de cinco estrellas. Pero, al menos, no tendré que volver a veros ataviados con aquel vejatorio traje amarillo.