En el Líbano «el peligro puede venir de todas partes»
Las asociaciones humanitarias y religiosas que están asistiendo a parte de los 1,2 millones de desplazados que huyen de los bombardeos israelíes denuncian una crisis humanitaria de dimensiones épicas jamás vista
El médico del pueblecito libanés Debel, a tan solo dos kilómetros de la frontera sur, recibió una llamada telefónica por parte de un hombre con voz ronca que se identificó como un oficial del Ejército de Israel. Tenía que abandonar su casa «de inmediato». «No sabemos cuándo volveremos a ver nuestras casas. Esto podría tardar una semana o diez años», afirma con resignación. Su testimonio —que publicó en las redes sociales la organización francesa SOS Chrétiens d’Orient— es la prueba de que los maronitas siempre pagan la peor parte cada vez que se pone en marcha la espiral de la venganza. «Les dijimos que no había ningún combatiente de Hizbulá en nuestra zona, pero no sirvió de nada», explica ahora al seguro desde la escuela católica Jal el Dib, en Beirut, donde fue evacuado tres días después por la Cruz Roja.
El Ministerio de Educación libanés suspendió desde el comienzo de la invasión las clases para que los colegios pudieran ser utilizados como centros de acogida para los desplazados. La Iglesia local también ha abierto de par en par las puertas. «Las Hijas de la Caridad, entre hospitales y conventos, tienen cinco centros en los que han acogido a más de 500 familias; las hermanas del Sagrado Corazón de Jesús también han acogido a unas 500 familias; los jesuitas a unos 70 desplazados; los salesianos, 65 familias; los dominicos han puesto a disposición todos sus locales para que la Cruz Roja los convierta en centros de atención a los heridos porque los hospitales están colapsados», asegura a Alfa y Omega el sacerdote Raffaele Zgheib, director de OMP Líbano. Vive en la ciudad portuaria de Joünié, a 17 kilómetros al norte de Beirut, y «gracias a Dios» todavía no ha sido atacada.
Sin embargo, «el peligro puede venir de todas partes». Actualmente, según estima el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), 1,2 millones de libaneses son ahora desplazados internos, lo que supone casi el 20 % de la población total. Además, esta agencia calcula que más de 100.000 han huido hacia Siria, donde la guerra civil que estalló en 2011 aún no ha terminado. Las asociaciones humanitarias y religiosas están al límite de su capacidad y denuncian una crisis humanitaria sin precedentes. «Es extremadamente grave y amenaza incluso la existencia misma de este país», alerta Vincent Gèlot, responsable de proyectos de la asociación francesa L’Oeuvre d’Orient. Coincide con su visión fatalista la representante de la Fondazione AVSI, Francesca Lazzari: «La situación es catastrófica. Los desplazados necesitan de todo: agua, colchones, alimentos, apoyo emocional».
El panorama en la capital libanesa es espantoso, con edificios todavía humeantes por el impacto de los misiles, vehículos calcinados por doquier y cientos de personas aplastadas bajo los escombros. Según el diario libanés L’Orient-Le Jour, la madrugada del martes los suburbios de Beirut, considerados uno de los bastiones de Hizbulá, fueron objeto de más de 30 ataques. En uno de ellos falleció el comandante de la milicia chiita, Suhail Husein Huseini. En el país todos temen un asedio peor que en 2006, que duró 34 días. La guerra solo va a generar «deseos de venganza en las nuevas generaciones de libaneses», asegura Zgheib.
El kibutz Reim, donde el 7 de octubre del 2023 irrumpieron terroristas del grupo islamista palestino Hamás mientras más de 3.000 jóvenes se divertían en el festival Tribe of Nova, se ha convertido en una suerte de lugar de peregrinación. Cientos de fotos y objetos personales de las víctimas inundan la explanada donde arrancó la matanza. En el día del aniversario, se trasladaron hasta allí cientos de israelíes para llorar a sus muertos y pedir que los vivos —se cree que solo 63 de los 97 que siguen secuestrados lo están— regresen sanos y salvos. A tan solo dos kilómetros, en la Franja de Gaza, la guerra sigue abierta. El inicio de las operaciones terrestres en el Líbano ha empujado a la región a una encrucijada. Pero, según un informe del centro de investigación sobre conflictos ACLED, la milicia chiita está lejos de ser exterminada. La base de Hamás en Cisjordania perpetró 130 ataques contra Israel en los últimos doce meses; más del doble que en el periodo anterior. Se viven «horas de miedo y tensión», asegura el vicario de la Custodia de Tierra Santa, Ibrahim Faltas. No hay solución a la vista porque «no hay una voluntad firme de paz por parte de los gobernantes, aunque es la única esperanza para seguir viviendo».