En camino hacia la ley trans: ¿ayuda o confunde?
Las personas transexuales podrán cambiar su identidad sin ningún requisito previo. «Algo tan grave se convierte en una cuestión meramente decisoria», subrayan desde Comillas
Las personas transexuales son probablemente «las que más sufren en esta sociedad», subraya José López Guzmán, profesor de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Navarra. Cuando los rasgos sexuales y la vivencia de la propia identidad no coinciden, algo que «algunos niños pueden expresar desde los 4 años», se generan «muchísimo dolor» y soledad, añade M.ª Carmen Massé, secretaria de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia Comillas. Esto se traduce en que «estas personas tienen tres veces más riesgo de muerte por suicidio, autolesiones o enfermedades cardiovasculares». En ello influye «en gran medida una sociedad excluyente». Por eso, considera que, desde una visión humanista inspirada en el cristianismo, «podemos compartir parte» de los objetivos de la ley para la igualdad plena y efectiva de las personas trans, cuya elaboración ha acometido el Gobierno: «La igualdad, la no discriminación, el protegerlas; incluso la indignación por la realidad que viven».
De momento, no existe una propuesta de texto legislativo; solo una breve introducción que da paso a una consulta pública abierta hasta el 18 de noviembre a través de la dirección participacion.publica@igualdad.gob.es. Sí se anuncia, junto a medidas «destinadas a garantizar la plena igualdad», que se regulará «el cambio registral de sexo» sin requerir informe médico o psicológico ni que se haya modificado el aspecto mediante cirugía o tratamientos hormonales. También en menores sin consentimiento paterno. Se busca «despatologizar las identidades trans», desvinculándolas del ámbito médico.
Autodeterminación de género
Massé, que participó en el proyecto Menores e Identidad de Género de su universidad, apunta que «lo que subyace es que no tenga que ser otro quien decida por mí lo que yo veo claro», por ejemplo ante casos de personas a las que se les niega el tratamiento médico. El «problema» surge cuando, mediante el concepto de autodeterminación de género, «se afirma el falso derecho a decidir acerca de la propia identidad u orientación sexual, porque se transmite que se puede cambiar cada vez que quieras y no en algo que se va descubriendo» y «se convierte algo tan importante y arraigado en una cuestión meramente decisoria». «Podemos dudar sobre si el hecho de modificar la propia identidad legal sin seguimiento ni paso previo ayuda o confunde».
Lejos de los «intereses económicos, políticos y electorales» en un tema «muy ideologizado» como este, la respuesta por parte de todos los ámbitos de la sociedad debe ser «estar al servicio de la persona, cuidándola y acompañándola», no para que «decida» su identidad, sino para que «la descubra». Estas personas «están llamadas a integrar su diversidad, a aprender a amarse y a amar, con las dificultades añadidas» a su situación. «No creo que sea imposible».
Mejor la espera vigilante
En el ámbito de los menores, además de la eliminación del consentimiento paterno para la modificación del registro, preocupa otra cuestión que Podemos incluyó en una proposición de ley similar en 2018: la administración de medicamentos para detener los cambios hormonales y físicos de la pubertad y hacer más fácil una posterior transición al sexo contrario. «Ninguno de los medicamentos que se usan ha sido aprobado» para este uso específico, sino que se permite el empleo de sustancias empleadas en casos de cáncer o de pubertad precoz, explica López Guzmán. «Esto es muy beneficioso para las compañías farmacéuticas, que ganan dinero sin tener que hacer ensayos clínicos sobre si son convenientes» para una situación diferente.
Pero, además, el farmacéutico advierte de que este proceso «no es un acto neutral», como ha reconocido la Asociación Profesional Mundial para la Salud del Transgénero. La falta de desarrollo del aparato reproductor puede no ser reversible y llegar a dificultar una hipotética cirugía de reasignación, que utiliza los tejidos del pene para formar la vagina. Y «por el camino se van a perder procesos» en los que intervienen las hormonas sexuales, como el crecimiento o la distribución de la grasa corporal.
Bloquear los cambios hormonales de la pubertad también afecta al desarrollo psicológico. Esto implica que ya «se está interfiriendo» en la formación de la propia identidad y «condicionando» que se reafirme la supuesta transexualidad, cuando, «sin intervención», en un 80 % o 90 % de los casos la disforia desaparece al pasar la adolescencia. La alternativa, que ya han adoptado algunos centros de atención a personas transexuales, es un abordaje de «espera vigilante»: permitir que el niño continúe su desarrollo, «sin intervenir pero también sin coaccionarle» para que exprese su identidad tal como la vive, «hasta descubrir qué hay ahí de verdad».