Vivimos bombardeados por un sinfín de discursos melifluos sobre la felicidad. Las librerías están atestadas de bibliografía de autoayuda sin que ninguna de tales obras nos ofrezca una razón concluyente por la que, precisamente, debamos atender a ese (al parecer) apremiante ahínco por ser felices. Porque, sin duda, es el imperativo de nuestros tiempos: el imperativo felicifoide, el reino de la happycracia (en expresión del psicólogo Edgar Cabanas y la filósofa Eva Illouz). Sin embargo, y por fortuna, entre tanta literatura de ocasión a veces encontramos obras que se hacen cargo de la felicidad no tanto como imperativo, sino como construcción: es decir, que problematizan la felicidad. Ya dijo Aristóteles que la felicidad, de ser algo, es una actividad y no un don. El profesor y escritor Ricardo Moreno ha publicado en Fórcola un Breve tratado sobre la felicidad: un ameno e iniciático compendio que se inicia con una pregunta crucial que nos lanza en el prólogo Gabriel Albiac: «¿Hace la felicidad felices a los hombres?». O incluso: «La felicidad suele, más bien, trocarnos en imbéciles. Que es, al final, la más cruda de todas las desdichas». Un soplo de aire fresco entre tanto funesto negocio de autoayuda. Moreno es claro al respecto: «No se trata de dilucidar lo que es la felicidad, tarea a mi juicio imposible, sino de reflexionar por qué con los mismos triunfos en la mano unos saben ser felices y otros no, y por qué tantos, con los vientos a favor, se empeñan en poner obstáculos en el camino hacia su propio bienestar». Distinción que Schopenhauer solventó de un plumazo: la felicidad (Glück) es imposible en un mundo como este, por lo que debemos ceñirnos a buscar y acoger de buen grado la alegría (Freude) y el bienestar (Wohlsein). Todo lo demás es vana misión. El librito de Moreno servirá a sus lectores como una curiosa y atractiva guía de la que echar mano para pensar y pensarnos en relación con la felicidad a hombros de Platón, Groucho Marx, Diderot, Unamuno, Freud y tantos otros. La virtud del volumen es que no da fórmulas: las discute. Porque si, al decir de Voltaire, somos como borrachos que buscan su casa sin saber dónde está (al igual que buscamos la felicidad), nada como un buen libro que nos haga reflexionar sobre si tanta fijación con la felicidad no responderá a un terrible adoctrinamiento: precisamente, el de no tener que pensar.