«En Bangladés los católicos estamos un poco aislados»
En comparación con el restringido e institucional programa del viaje a Myanmar, la visita del Papa a Bangladés, que comienza este jueves y se prolongará hasta el domingo, le permitirá acercarse más a la gente. El momento central será la Eucaristía de este viernes en el parque Suhrawardy Udyan, durante la cual el Papa ordenará presbíteros a 16 diáconos del único seminario mayor del país.
«Va a ser un momento muy importante, porque los católicos vivimos con la sensación de estar un poco aislados». Son solo un 0,3 % de la población, y «en todo el país no hay, por ejemplo, ninguna librería cristiana», explica el hermano Martí Enrich Figueras, misionero marista en las plantaciones de té de Gyasnogor. Allí abrieron el año pasado un colegio para 100 niños, cristianos, musulmanes e hindúes.
Entre los 10.000 fieles que se espera que acudan a la Misa, estarán Martí y 200 personas de la parroquia a la que pertenece la escuela. «Viajaremos por la noche, para ahorrarnos el alojamiento. No hemos llenado todas las plazas que teníamos asignadas porque la inscripción costaba unos 15 euros, 20 días de jornal para un trabajador del té».
Su gente volverá a Gyasnogor esa misma noche, pero el hermano Martí se quedará en Daca para participar en el encuentro del Papa con los religiosos, consagrados, novicias y seminaristas, al día siguiente. Será en la iglesia del Santo Rosario del barrio de Tejgaon (Daca), la parroquia más grande de Bangladés.
«Aquí —explica el padre Martí— es frecuente que las parroquias sean complejos parecidos a un campus. En el Santo Rosario está uno de los templos cristianos más antiguo del país» —data de 1677— y un cementerio con tumbas de misioneros y exploradores portugueses que llegaron a lo que llamaron Bengala. El recinto acoge, además, el Hogar de Compasión en el que Misioneras de la Caridad atienden cada año a un millar de personas enfermas y con discapacidad.
El religioso cree que las palabras de Francisco a los religiosos serán una llamada a la apertura. «Hay una proporción alta de religiosos. En cada parroquia hay tres o cuatro comunidades. Sin embargo, la sensación es que la Iglesia tiene miedo a mirar hacia fuera. Tenemos que ir con cuidado, porque está prohibido predicar a los musulmanes», y eso ha creado una mentalidad reacia a hacerse presentes en el espacio público. «Por ejemplo, cuando se derrumbó el edificio Rana Plaza, causando 1.300 víctimas, el Papa habló antes que los obispos del país».