«Quiero darle las gracias por su testimonio cristiano. Gracias por la perseverancia en la fe. Gracias por el ejemplo que nos ha dado a todos», dijo el Papa al recibir a la recién liberada Meriam Ibrahim. La joven doctora sudanesa condenada a muerte por convertirse al cristianismo pudo por fin salir de Sudán el pasado jueves. Antes de viajar a Estados Unidos (su marido tiene pasaporte norteamericano), se detuvo en Roma. En el aeropuerto la recibió el Primer Ministro, Matteo Renzi, y desde allí se dirigió al Vaticano, gestos que sugieren que, tras su liberación, ha habido una callada labor diplomática por parte del Gobierno italiano y la Santa Sede.
El Papa saludó también al marido de Meriam y a sus dos hijos: al varón que amamantó en prisión (por ese motivo se retrasó su ejecución) y a la niña que dio a luz encadenada. El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, asistió al encuentro, en el que se vivieron «momentos muy emotivos». Y añadió: «Esta familia es un símbolo de las personas que viven dificultades por testimoniar la propia fe».