Emilia Lozano: la historia de una jubilación inesperada
Esta madrileña y su marido han dedicado los últimos años a proteger y apoyar a jóvenes migrantes no acompañados. Es fundadora de la organización Somos Acogida y su historia ha sido contada en el corto documental Emilia, de Rafa Arroyo
Emilia Lozano y su esposo Luis tenían planes para su jubilación. Querían descansar y viajar. Eran conscientes de que el dinero no les alcanzaría para demasiados lujos, pero sí podrían visitar algunos lugares. Ese plan cambió cuando Emilia, durante sus paseos en el parque junto a su casa, comenzó a hablar con algunos adolescentes que veía a diario sentados frente al Centro de Primera Acogida de Hortaleza.
Emilia vive desde hace 50 años justo enfrente del centro, que hasta 2018 había pasado desapercibido para ella. Cuando la presencia de los jóvenes migrantes alrededor de la zona aumentó, no pudo evitar acercarse a ellos. Los chicos y Emilia fueron poco a poco creando una relación cercana, pese a la mirada de sus vecinos y vecinas.
«Al bajar al parque comienzo a ver a chavales. Iba a saludarlos y así entablamos una amistad», explica ella misma. Con el tiempo se fue enterando de dónde venían y cómo se sentían. También «fui descubriendo lo injusta que es esta sociedad con estos chicos», explica. Todos estaban viviendo en el centro de acogida de Hortaleza. Este lugar está desbordado y no ofrece actividades a los jóvenes durante su tiempo libre, lo que termina provocando que pasen más tiempo en la calle que dentro.

Cuando cumplen 18 años dejan de estar bajo tutela estatal y tienen que dejar la institución. Al salir se enfrentan a otros problemas: muchos de ellos quedan en la calle sin papeles, sin hogar, sin ningún tipo de apoyo y, en muchos casos, sin ni siquiera entender español.
Emilia invitó a varios de ellos a su casa. Comían y compartían juntos. Su deseo de ayudarlos fue todavía más fuerte cuando conoció a Mohamed, que quedó en situación de calle cuando le obligaron a abandonar el centro a los 18 años. «En la calle tú no duermes», le dijo convencida. Y esa frase se ha convertido en un mantra para ella. Emilia acabó acogiendo a este joven en su casa. Días después decidió fundar la asociación Somos Acogida. Es la historia que recoge el corto documental con su nombre, Emilia, dirigido por Rafa Arroyo.
Somos Acogida no es la primera organización que esta mujer crea en su vida. Desde su juventud entendió que en el mundo había personas desprotegidas y muchas injusticias. «Yo por ser mujer sufrí bastante. Y me dije a mí misma que quería poner un grano de arena con las mujeres de mi barrio». En esta línea, considera que «no estamos al lado de las mujeres más débiles, las de los barrios humildes».
Otra casa en Toledo
Desde la creación de Somos Acogida, Emilia ha tenido que movilizarse para brindar oportunidades a los jóvenes. Uno de sus objetivos principales es que ningún otro durmiera en la calle. Para lograrlo viajó a su pueblo natal, La Puebla de Almoradiel, en Toledo, y en la radio pidió ayuda a los vecinos para conseguir una casa de acogida para los chavales que la necesitaran. Una familia local ofreció un lugar y, poco a poco, entre vecinos y colaboradores, crearon la Casa de la Solidaridad, donde actualmente viven cinco personas.
Desde aquellas primeras conversaciones en el parque frente a su casa, Emilia ha llegado a entender que, además de un techo, estos chicos necesitan «abrazos, besos, preguntas, que los escuchen». La Casa de la Solidaridad no tiene capacidad financiera para acoger a más de cinco personas, por lo que algunos están con familias dispuestas a darles techo y ese abrazo que anhelan. Mientras tanto Luis, el esposo de Emilia, se encarga de ayudarlos a conseguir la documentación.
Esta vecina de Madrid asegura que ella y Luis son sumamente felices con este nuevo plan de jubilación: «No sé qué tanto lo hubiéramos sido viajando, pero puedo decir que no seríamos más felices que ahora. Aunque lloramos y nos enfadamos porque a veces nos supera tanto trabajo, ver la sonrisa de ellos merece la pena, más que todos los viajes del mundo. Nada como ver su cara cuando les dices: “Tú no duermes en la calle”».