Eméritos pero muy activos - Alfa y Omega

Eméritos pero muy activos

El arzobispo de Mérida-Badajoz escribe una carta a los sacerdotes jubilados para animarlos. Dos de ellos cuentan su experiencia tras más de 50 años de ministerio

Fran Otero
Ricardo Cabezas, fotografiado este lunes en Badajoz, donde echa una mano en la parroquia que él mismo inició. Foto: Arzobispado de Mérida-Badajoz

Ricardo Cabezas es sacerdote. Tiene 78 años —cumplidos el mes pasado— y, por tanto, al ministerio que lo define se le añade el adjetivo de emérito. Lo cual no quiere decir que le siga el de inactivo. Ricardo, que se ordenó en 1966, es uno de los curas mayores a los que el arzobispo de Mérida-Badajoz, Celso Morga, escribió una emotiva carta hace unos días en la que los animaba a no dejarse paralizar por el miedo ni a parar su vida de servicio sacerdotal en la medida de sus posibilidades.

«Aunque disfrutéis de un periodo de jubilación de cargos u oficios eclesiales, con el espíritu estamos siempre en activo, dispuestos a servir sacerdotalmente allí donde estamos y perseverantes en la oración», les escribió. Y los animó a seguir siendo sal y luz: «Sed ejemplos para aquellos sacerdotes más jóvenes que ahora están madurando en su vida sacerdotal y tienen que afrontar una situación inédita en la vida pastoral de nuestras comunidades cristianas».

Cuando descuelga el teléfono y se le pregunta si tiene un rato para charlar Ricardo Cabezas no tarda en responder afirmativamente. «Aquí estoy, leyendo, como los niños buenos». A pesar de su edad va todos los días a la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en la zona nueva de Badajoz. La misma que ayudó a levantar de la nada, en la que ha estado hasta su jubilación y que empezó en un semisótano cedido gratuitamente por unas religiosas.

Echa una mano al párroco con las celebraciones y con distintos grupos: Biblia, matrimonios… Salvo la parada obligada por el confinamiento —eso sí, celebraba todos los días en el templo parroquial vacío— no ha parado de trabajar. La pandemia lo ha condicionado todo, pero él ha seguido al pie del cañón, con grupos más reducidos o utilizando las videoconferencias.

Antes de Badajoz, su vida tiene numerosos hitos. Fue vicario episcopal y profesor del seminario. Impartía las asignaturas de Cristología y Sacramento del Orden. También estuvo vinculado a la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar. Entre los muchos títulos que tiene llama la atención el de Psicología Clínica por la Universidad Complutense de Madrid, que hizo nada más ordenarse. «Me gustaba», responde cuando se apelan a las motivaciones para hacerlo.

Cuando se le pregunta por el papel de la Iglesia en estos momentos, responde muy rápido: «El de siempre. Como dice el Papa, ser hospital de campaña, ser capaz de acoger a todos y especialmente a los que no tienen sitio». Más que porque el propio virus le pueda afectar, se siente «agobiado» por la situación de personas que mueren o enferman, o por la incertidumbre generada.

«Etapa jubilosa y de alegría»

Pedro Rodríguez Gallego es otro de los interpelados por Celso Morga en la carta. Él tiene 80 años y es sacerdote desde 1964. En su larga trayectoria ministerial ha pasado por todos tipo de cargos. Se fue, nada más ordenarse, a Guatemala con la OCSHA para servir en un seminario hispanoamericano. Luego, de vuelta a España, fue vicario parroquial, párroco, rector del seminario, vicario episcopal, canónigo de la catedral…

Ahora vive a caballo entre Badajoz y su pueblo natal, Santa Marta, donde está su familia. Últimamente pasa más tiempo en este último y ayuda al párroco que, además, es vicario episcopal. «Muchas veces tiene que estar ausente y yo le echo una mano en lo que puedo», cuenta a través del teléfono mientras da su paseo diario.

«Me encuentro muy bien físicamente y muy contento de ser útil a un compañero y a otros que también me llaman. Mientras pueda, aquí estoy para servir a la Iglesia en esta etapa de mi vida que es jubilosa y de alegría», confiesa.

Cuenta que el confinamiento lo vivió con prudencia y celebrando la Eucaristía junto al párroco y sin pueblo. Y luego haciendo caso a las indicaciones que llegaban desde el ámbito sanitario y desde el diocesano.

En estos momentos, cree que la Iglesia, a pesar de todas las limitaciones, tiene que estar al lado de aquel que lo necesite: en el mundo del dolor, de la pobreza, de la soledad… «Esperamos que esto se solucione, estamos puestos en las manos del Señor», añade.

El sacerdote agradece la carta del arzobispo y destaca de ella la llamada a cuidarse a uno mismo y a los otros, a «no angustiarnos» y a hacer lo que podamos. «Lo veo como un servicio del pastor hacia el presbiterio que está en una etapa de júbilo», concluye Pedro Rodríguez.

Cercanía y afecto del pastor

Además de a los sacerdotes mayores, el arzobispo de Mérida-Badajoz, Celso Morga, ha dedicado una carta al resto de los mayores de la diócesis, que es una muestra de «afecto y cercanía» por parte del pastor. «Siento el deseo de ponerme en contacto con vosotros, en estas circunstancias tan especiales por las que estamos pasando a causa de la COVID-19. Deseo animaros a afrontar esta situación con espíritu de fe y de esperanza», escribe el prelado.

Los invita a hacer memoria de su vida y les recuerda que todavía pueden hace mucho bien: «¡Podéis todavía ser útiles, servir, hacer felices a los demás!».