Élite es, por méritos propios, una de las series más populares de la ficción española de los últimos años. Supo encontrar la fórmula del best seller aplicada a la ficción seriada y exprimió la fórmula con una historia manida de adolescentes pijos (y otros no tanto) y con una tensión narrativa próxima al thriller policíaco que, mensajes políticamente correctos aparte, se mantenía con cierta dignidad en las tres primeras temporadas. Pero, llegados a este punto, solo cabe preguntarse cómo es posible que sigan arrastrando así un producto que hace tiempo que no da para más. Las aventuras y desventuras de la élite de Las Encinas se han venido abajo. Los síntomas de agotamiento que se empezaron a vislumbrar ya desde la cuarta temporada fueron a más en la quinta y nos ofrecen un producto totalmente prescindible, que —tal vez consciente de sus enormes limitaciones— ha tenido que echar el resto con promociones burdas. Que sigamos a estas alturas de la película queriendo provocar a una supuesta audiencia puritana y convencer a los propios con besos de personas homosexuales, clama al cielo. Caso aparte es el zafio reclamo publicitario en el que se afirma que en este instituto los alumnos enseñan más que los profesores. No hace falta decir mucho más.
Con esta tarjeta de presentación, no es de extrañar que el nuevo año escolar que se traza en la sexta temporada no aporte nada nuevo. Además, el hecho de que ya no quede ni rastro del plantel inicial no ayuda demasiado. Los protagonistas actuales empeoran al elenco anterior y eso que, en algún caso, era verdaderamente difícil. Espantará a los de cierta edad, por su apuesta hedonista y woke; no recuperará a los jóvenes que, obviamente, huyen de todo lo que huela a adolescencia, y acabará por cansar a los adolescentes, que ya no tragan sin más con ruedas ideologizadas.
Mal que no mejora, empeora. Y eso es lo que le sucede a la nueva temporada de Élite. Apunta a batacazo gordo. Lo peor es que han confirmado una séptima entrega. Han exprimido tanto a la pobre, y a la vez elitista gallina, que ya no le quedan ni huevos de bisutería que ofrecer.