¿Eliges ser el primero o el servidor de todos? - Alfa y Omega

¿Eliges ser el primero o el servidor de todos?

Domingo de la 26ª semana de tiempo ordinario / Marcos 9, 38-43. 45. 47-48

Marta Medina Balguerías
'Cristo y sus discípulos' de Grégoire Huret. Metropolitan Museum of Art, Nueva York
Cristo y sus discípulos de Grégoire Huret. Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

Evangelio: Marcos 9, 38-43. 45. 47-48

En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros». Jesús respondió:

«No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la gehenna. Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado con los dos ojos a la gehenna, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

Comentario

El Señor es compasivo y misericordioso, pero eso no quita que su Palabra sea como el filo de una espada que puede entrar hasta el centro de nuestro ser y afectarnos en lo más íntimo, tocando nuestra vulnerabilidad. Su amor, lejos de ser ñoño, es clarividente y nos pone frente a todo aquello que a veces no queremos mirar.

Puede sorprender leer en el Evangelio de este domingo palabras tan duras como estas: «El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar»; o «si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado con los dos ojos a la gehenna, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

La incomodidad que semejantes afirmaciones nos generan puede hacer que no las tomemos en serio y miremos hacia otro lado, pasando rápido por ellas y sin meditarlas en profundidad por miedo a encontrar nuestros fantasmas. Y sería una pena, porque en ellas es el Señor el que nos está tomando en serio a nosotros; tanto como para hacernos conscientes de que seguirlo es tomar partido por los pequeños, como Él.

Poco antes de esta escena, Marcos narra otra en la que, tras recordar a sus discípulos que «quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9, 35), Cristo toma un niño y, abrazándolo, señala que quien lo acoja lo acoge a Él, y, más aún, acoge a su Padre. De esta manera, el Señor nos apunta a la pequeñez como el camino para seguirlo: reconocerse pequeño, es más, hacerse pequeño, y cuidar de los pequeños.

Tiene sentido, por lo tanto, que después nos advierta que quien no haga esto, es decir, quien escandalice a los pequeños, se extravía, y que más nos vale renunciar a todo aquello que nos desvía de su seguimiento. Renunciemos a lo que nos aparta del camino que Él mismo ha trazado para nosotros y en el que no se puede caminar sino abrazando —como Él abrazó a ese niño— la pequeñez.

¿Quiénes son esos pequeñuelos que menciona Jesús? Me parece que, en el fondo, lo somos todos, a distintos niveles y de distintas maneras. Quizá la llamada sea a descubrir la pequeñez en cada uno de nuestros hermanos, nosotros mismos incluidos, y a relacionarnos con ellos como el Señor lo hace.

Parece algo muy evidente, pero a menudo somos como los discípulos: nos quedamos atrapados en discusiones estériles sobre quién está con nosotros o contra nosotros; ponemos el punto de mira en los supuestos bandos y, en definitiva, podemos tender a ideologizar el Evangelio.

Jesús no entra al trapo: «No impidáis a alguien hacer el bien. Si no está contra nosotros, está a favor nuestro. Y si cuida de los demás, tendrá su recompensa. Así que no os disperséis con elucubraciones que dividen, sino tomad partido por Mí, cortando de raíz todo aquello que no os hace bien y que no se lo hace a los demás».

El Evangelio es buena noticia que libera, pero que también exige. No creo que el Señor mencione la gehenna porque quiera amenazarnos, sino porque quiere hacernos conscientes de que lo que hacemos en esta vida tiene su peso en la eternidad. Nadie puede elegir por nosotros y, al optar, tomamos un camino que conduce a un destino determinado. ¿Qué eliges hoy: establecer bandos, escandalizar, buscar lo cómodo y seguro… o dar de beber, acoger y abrazar al pequeño? ¿Qué eliges: ser el primero o el servidor de todos?