Elena Rodríguez-Avial: «Los divorciados creyentes necesitan a su madre Iglesia»
Dicen los expertos que el duelo tras una separación matrimonial es la herida más grande que hay en la vida tras la muerte de un ser querido. La autora, al frente de la comunicación de la Compañía de Jesús en España, tras una experiencia personal ha querido con La herida se ilumina, editado por Mensajero, acompañar al doliente y pedir que el tabú en la Iglesia vaya desapareciendo.
¿Escribir este libro ha sido también una especie de autoterapia?
Sí; quedaba con personas creyentes a tomar café y me daban testimonio de esperanza. Como mi género periodístico preferido es la entrevista, pensé en intentar recopilar lo que a mí me ayudaba para ayudar a otras personas.
Desde que se anunció la publicación del libro todos hemos visto la buena acogida. ¿Es fruto de la necesidad de que se rompa el tabú sobre el divorcio en el ámbito eclesial?
Mucha gente me ha dicho que hacía falta hablar de esto. Hay sacerdotes que lo han vivido en su familia o gente cercana y están más sensibilizados; hay otros que quieren aplicar Amoris laetitia pero no tienen dónde agarrarse y hay algunos para los que solo hay un modelo imperante.
¿Podría ser que en ocasiones haya más flexibilidad hacia una vocación quebrada que hacia otra?
Creo que a parte de la Iglesia le cuesta ponerse en los zapatos de otros y desconoce qué es el matrimonio, y eso es lo que hace que sea tan hermética. En cambio, sí conoce la vida sacerdotal y religiosa y ahí es más flexible, porque sabe del sufrimiento de la gente cuya vocación se quiebra.
El Papa insiste en que se aborden los casos de manera individual.
No se ha llevado a la práctica. Existe un clamor por parte de los divorciados creyentes, que necesitan verse abrazados por su madre Iglesia y acompañados, y muchos de ellos no lo están sintiendo.
¿Nos obsesionamos con otros temas y este lo dejamos relegado?
El tema de las parejas divorciadas tiene una dimensión grande y no se ha querido abordar. Una persona que se ha casado una vez es que tiene esa vocación, y lo normal es que su propia vocación rebrote. La Iglesia corta esa posibilidad de manera doctrinal.
Y si hay acompañamiento, que seguro que lo hay, apenas se conoce.
Por la búsqueda que he hecho, apenas hay o no se da a conocer. Hay parroquias en las que hay acompañamiento, pero está bastante oculto. En el libro hablo de las que me han parecido válidas, que son Cuatro Estaciones, implantado en casi toda España, que he seguido yo y para mí ha sido vital. Es una herramienta en la que te acompañan laicos que han pasado por el mismo proceso. SEPAS, en Valencia, es más una comunidad de personas divorciadas que siguen el mismo camino, y también está en la parroquia de Guadalupe, en Madrid.
¿Qué sucede cuando te dicen que el vínculo debe permanecer de por vida?
Señalo la indisolubilidad del vínculo como uno de los elementos negativos para los dolientes. Algunas personas entrevistadas me expresan la dualidad que han sentido cuando su psicólogo anima a romper el vínculo personal para superar el duelo y dentro de la Iglesia dicen que ese vínculo debe permanecer de por vida. Es muy difícil de digerir.
También hay testimonios de esperanza en el libro.
Hay personas que me han manifestado que su gran crecimiento espiritual y personal ha sucedido tras la herida del divorcio. Se han unido más a Dios.