Conferencia Vaticano-FAO: «Si el hambre aumenta es porque nos hemos vuelto insensibles»
La Misión Permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha impulsado una conferencia con expertos en la que se han expuesto grandes contradicciones como que haya alimentos suficientes para todos en el mundo, y, que, sin embargo, no todos puedan acceder a ellos
Hay 8.000 millones de personas en el mundo, pero el acceso a los recursos está extremadamente descompensado. Esta es una de las paradójicas premisas que se han denunciado en la conferencia que ha tenido lugar en la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), impulsada por la Misión Permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la red de ONG de inspiración católica con vistas al Día Mundial de la Alimentación, que se celebra el próximo 16 de octubre con el lema Derecho a la alimentación para una vida y un futuro mejores.
En un contexto global en el que el hambre se ha visto agravada por los cambios climáticos, la recesión económica y los conflictos, la cita tenía como objetivo concienciar de la necesidad de iniciativas concretas destinadas a mejorar la eficacia de la producción y la distribución de alimentos. La conferencia también ha reunido a varios expertos; entre ellos, el subdirector general de la FAO, Maurizio Martina; el canciller de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, o el oficial del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, Robert J. Vitillo.
La profesora de Economía de la Universidad Católica de Milán, Simona Beretta, ha sido una de las ponentes. Ha subrayado que una alimentación suficiente y una sana nutrición son «algo más que un derecho». Esta meta requiere de un «compromiso permanente y la voluntad colectiva de erradicar la lacra del hambre de una vez por todas». «Si el hambre persiste y aumenta exponencialmente cada día, es porque nos hemos vuelto insensibles e indiferentes, carentes de sentido de la solidaridad», ha explicado.
Berrata ha arrancado su alocución con un análisis demográfico, al señalar que el mundo actual cuenta con más del 40 % de la población mundial que tiene menos de 24 años, lo que supone el mayor porcentaje de jóvenes que se ha registrado en la historia. Estos datos son un gran desafío, sobre todo a la luz del «desempleo juvenil, laboral e intelectual» que son una realidad presente en todo el mundo, ha manifestado.
Además, ha puesto el foco en la «gran injusticia» que supone que no todo el mundo, sobre todo los jóvenes, no tengan garantizado el acceso a los bienes materiales. «Falta trabajo y eso genera enormes desigualdades de oportunidades concretas para participar dignamente en la vida», ha remachado. Berreta ha recalcado que para garantizar la paz y el desarrollo, en el sentido de mejorar las condiciones de vida para las poblaciones que padecen hambre, guerra y pobreza, «necesitamos algo más que declaraciones solemnes».
En todo caso, ha defendido que no se resolverá la pobreza, el desempleo o el problema ambiental de forma «tecnocrática» o desde una perspectiva «moralista». En este sentido, ha instado a preguntarse cuáles son realmente los nexos que hay entre la «pobreza y el medioambiente». Según ha reconocido estudiar la diferencia sustancial que existe entre el «asistencialismo y la promoción de la capacidad de autosuficiencia de las personas» es fundamental para que sean las personas con menos recursos los verdaderos protagonistas de su cambio. Así, ha llamado a considerar el hambre no solo como un «problema de escasez de alimentos sino también como una cuestión de justicia». «Es extremadamente importante garantizar que los sistemas alimentarios sean sostenibles, resilientes e inclusivos», ha destacado.
Asimismo ha llamado a que las sociedades recuperen el valor intrínseco de la persona, que ha definido como eje fundamental de la enseñanza social cristiana y de la doctrina social de la Iglesia. «Vivir en una comunidad es parte esencial de la dignidad de la persona porque le da la posibilidad de participar en el bien común y construir el mañana», ha concluido.