El Vaticano recuerda que los profesores de escuelas católicas deben respetar y testimoniar el ideario
La Congregación para la Educación Católica recomienda en una instrucción que la mayor parte de los docentes de los centros católicos sean creyentes
La Congregación para la Educación Católica ha publicado este martes una instrucción –La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo– con una serie de orientaciones sobre el valor de la identidad católica de las instituciones educativas de la Iglesia. Entre ellas, recuerda que todos los miembros de la comunidad escolar –alumnos, padres, profesores, directivos y personal de administración– «tienen la obligación de reconocer, respetar y testimoniar la identidad católica de la escuela, oficialmente expuesta en el proyecto educativo».
Entre todos, el documento vaticano incide en los profesores, que tienen «una especial responsabilidad». Subraya la necesidad de informarles de la identidad católica de la escuela y de sus implicaciones, así como de su responsabilidad de promoverla, a la hora de contratarlos. «Han de destacar por su recta doctrina e integridad de vida», añade.
Los que no creen o profesan otra religión «están obligados a reconocer y respetar el carácter católico de la Iglesia». Eso sí, este organismo vaticano reconoce que es preferible una presencia predominante de profesores católicos, pues «puede garantizar el éxito de la aplicación del proyecto educativo correspondiente a la identidad católica de los centros escolares».
Por otra parte, en el apartado referido a los directivos, recuerda que «todo acto oficial de la escuela debe ser acorde con su identidad católica, respetando plenamente la libertad de conciencia de cada persona». También señala la necesidad de mantener vínculos con la jerarquía de la Iglesia.
Reconocimiento de la autoridad eclesiástica
La instrucción explica que para que un centro pueda llevar el apellido de católico y ser considerado como tal tiene que obtener el reconocimiento por parte de la autoridad eclesiástica competente. Esto se aplica, fundamentalmente, a escuelas dirigidas por fieles o asociaciones privadas de fieles, pues si son figuras jurídicas públicas, como un instituto de vida consagrada, no lo necesita.
En este sentido, la Congregación para la Educación Católica establece algunas de las funciones del obispo diocesano. Por ejemplo, tiene el derecho y el deber de visitar todas las escuelas católicas de su diócesis, así como de ejercer su derecho de vigilancia, de nombrar o aprobar a los profesores de Religión.
Finalmente, aborda puntos críticos. Uno de ellos tiene que ver con la aplicación y consecuencias del término católico, que se garantiza mediante la certificación de la autoridad, un requisito que no se aplica en los casos en los que se refiere «espíritu católico», «inspiración cristiana» o «realización carismática». Además, pide «atención, sensibilidad y criterios claros» para resolver tensiones y conflictos sobre la selección del personal y considera razonable defenderse ante leyes estatales «que imponen opciones en contrastes con la libertad religiosa y la propia identidad católica».
Principios fundamentales
En el inicio del documento se recuerda la responsabilidad de padres y su derecho prioritario en las elecciones educativas y que el objetivo que la Iglesia persigue en este campo es «la evangelización y el cuidado del crecimiento de los cristianos», aunque su propuesta se dirige a todos, fundamentalmente, a los más débiles.
Del mismo modo, incide en la necesaria formación inicial y continua de los docentes y en la colaboración mutua entre padres y maestros. Y resalta que, junto al conocimiento, el testimonio es «una gran responsabilidad» para la escuela católica.