El Vaticano propone que en las JMJ diocesanas se integre a jóvenes no creyentes
El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida publica una serie de orientaciones pastorales para su relanzamiento en las diócesis: «Invertir en los jóvenes significa invertir en el futuro de la Iglesia»
Recogiendo la invitación del Papa Francisco a relanzar la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en las Iglesias particulares –a partir de este año tendrá lugar en la fiesta de Cristo Rey–, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ha publicado unas orientaciones pastorales con el objetivo de poner en este día a los jóvenes en el centro de la atención pastoral de la Iglesia y realizar gestos que hagan de ellos los verdaderos protagonistas. Se trata de seis puntos que abordan la celebración de la fe, la pertenencia a la Iglesia, el discernimiento vocacional, así como la experiencia de peregrinación, misionera y de fraternidad universal.
Precisamente, al hilo de la fraternidad universal, el documento vaticano pide que la JMJ debe ser una ocasión de que encuentro para todos los jóvenes y no solo para los católicos. «En este sentido, la celebración diocesana de la JMJ puede ser un momento oportuno para que todos los jóvenes que viven en una zona determinada se reúnan y hablen entre sí, más allá de sus creencias, su visión de la vida y sus convicciones», explica.
Es apuesta no es óbice para que este tipo de jornada, también a nivel local, sea «una fiesta de la fe». El dicasterio insiste, en este sentido, en la importancia de los momentos de adoración silenciosa de la Eucaristía, «como acto de fe por excelencia», y a las liturgias penitenciales, «como lugar privilegiado de encuentro con la misericordia de Dios».
Del mismo modo, recuerda que la JMJ debe constituir una experiencia de Iglesia para los jóvenes, esto es, que «puedan experimentar la comunión eclesial y crecer en su conciencia de ser parte integrante de la Iglesia». Para ello, la receta que propone es la escucha de los jóvenes y, por tanto, la búsqueda de espacios para que su voz sea escuchada dentro de las estructuras existentes: consejos diocesanos, presbiterales… «No olvidemos que son el rostro joven de la Iglesia», añade.
Otro de los puntos hace referencia a la opción misionera. Propone que se organicen acciones de evangelización pública protagonizadas por los jóvenes en los lugares donde se encuentran sus coetáneos. También actividades de voluntariado.
La dimensión vocacional, prioritaria
Por otra parte, el Vaticano señala que se debe dar prioridad a la dimensión vocacional. Esta dimensión hace referencia, en un primer momento, al seguimiento de Jesús y a la opción por un estilo de vida cristiano, y más tarde, a la concreción de ese seguimiento en una vocación concreta: sacerdocio, vida consagrada o matrimonio y familia. Sin olvidar, concluye, que en la base de toda elección «debe estar la llamada aún más fundamental a la santidad».
El último aspecto que destaca el documento tiene que ver con la experiencia de peregrinación, muy evidente cuando la JMJ se celebra en su versión internacional. Así, para recalcar esta dimensión en el ámbito local, se propone acudir santuarios locales u otros lugares significativos de la piedad popular.
Con todo, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida considera que este relanzamiento local de la JMJ puede ayudar a los jóvenes «menos presentes y menos activos en estructuras pastorales establecidas» a encontrar su lugar en la Iglesia
Y concluye: «Estas orientaciones pretenden ser una guía que presente las motivaciones ideales y las posibles realizaciones prácticas para que la JMJ diocesana se convierta en una oportunidad que haga aflorar el potencial de bien, la generosidad, la sed de valores auténticos y los grandes ideales que cada joven lleva dentro. Por ello, reiteramos la importancia de que las Iglesias particulares dediquen una atención especial a la celebración de la Jornada diocesana/ de los jóvenes, para que sea adecuadamente valorada. Invertir en los jóvenes significa invertir en el futuro de la Iglesia, significa promover las vocaciones, significa iniciar efectivamente la preparación remota de las familias del mañana. Es, por tanto, una tarea vital para cada Iglesia local, no una simple actividad añadida a otras».