El Vaticano ofrece orientaciones para la reestructuración y conversión pastoral de las parroquias - Alfa y Omega

El Vaticano ofrece orientaciones para la reestructuración y conversión pastoral de las parroquias

Ante una realidad en la que el vínculo de la parroquia con el territorio se difumina y su funcionamiento en muchos lugares se enfrenta a problemas como falta de sacerdotes o de recursos, la Congregación para el Clero ha publicado la instrucción La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia. Ofrece a los obispos una guía para afrontar reformas como la eliminación de parroquias, la creación de unidades pastorales o estaciones misioneras, y cómo gestionar estas nuevas realidades

María Martínez López

La Santa Sede quiere acompañar a las parroquias en los procesos de reforma y reestructuración que están teniendo lugar en todo el mundo, como respuesta a problemas y situaciones diversos. Estos cambios deben basarse en la certeza de que «en la Iglesia hay un lugar para todos y todos pueden encontrar su lugar», respetando su vocación característica.

Es una de las ideas centrales de la instrucción de la Congregación para el Clero La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia, dada a conocer este lunes. El documento, que no contiene novedades legislativas, responde a las peticiones de asesoramiento de varios obispos para acometer cambios y nuevas experiencias pastorales en sus iglesias particulares, como la creación de unidades pastorales.

La instrucción subraya la identidad propia tanto de la parroquia como del párroco como su pastor, al tiempo que pone en valor el servicio pastoral de los diáconos, consagrados y laicos. La parroquia, recuerda, nace para «acercar el Evangelio al pueblo», respondiendo a la lógica de la encarnación como «casa en medio de las casas». Y sigue siendo hoy «indispensable».

Nuevas modalidades de cercanía

Aunque con los recientes cambios sociales el vínculo con el territorio se ha difuminado y «los lugares de pertenencia se multiplican». «Parece superada» una pastoral que mantiene el campo de acción «exclusivamente dentro de los límites territoriales» de la parroquia, apunta. Eso sí, estos se mantienen «plenamente vigentes cuando así lo exige el derecho» canónico.

Actualmente, la realidad «se orienta más bien hacia una comunidad de adopción, donde estos hacen una experiencia más amplia del Pueblo de Dios». Por todo ello, es necesario un nuevo discernimiento comunitario sobre cómo cumplir esta misión y encontrar «otras modalidades de cercanía y proximidad», reflejo de la del mismo Cristo, «a través e una red de relaciones fraternas» de la que no queden excluidas las nuevas formas de pobreza.

Unidades pastorales, y más

La creación de realidades intermedias entre la diócesis y la parroquia como la unidad o la zona pastoral, o la decisión de federar varias parroquias, de incorporarlas a otra, o de fusionarlas no puede responder, subraya el dicasterio para el Clero, solo a problemas generales como la «mera escasez de clero diocesano» o de recursos. Tampoco puede ser un simple cambio de denominación. Además, debe considerarse el peso de la comunidad en la memoria de la gente, para realizar los cambios «con flexibilidad y gradualidad» y así evitar traumas.

A la hora de tomar decisiones como la erección de una unidad pastoral que agrupe de forma «estable e institucional» a varias parroquias, el obispo deberá tener en cuenta la proximidad y la homogeneidad del territorio y las comunidades. Estas parroquias podrán compartir o no consejo pastoral, pero se les recomienda establecer servicios comunes por áreas (catequesis, familia, caridad…). En cambio, cada una debe tener su propio consejo económico.

Por otro lado, si una comunidad no pueda erigirse como parroquia pero se considera necesario tener una presencia eclesial como avanzada misionera o para garantizar momentos de oración, adoración, catequesis, etc., se podrá considerar la posibilidad de establecerla como centro pastoral o estación misionera, dependiente de la parroquia y encargada a un vicario parroquial o un diácono permanente. En este caso, habrá que establecer una normativa diocesana que regule sus actividades y su relación con esta, además de poder contar con un templo u oratorio.

La importancia del párroco

Una nueva unidad pastoral se podrá encomendar a un único párroco, aunque el documento contempla como primera opción encomendar cada una de las parroquias que la compone a uno diferente, o todas a un grupo de sacerdotes in solidum. En las encomiendas in solidum, se apunta que todos son párrocos a todos los efectos y su moderador es un primus inter pares que asume su representación legal. Se les recomienda «vivamente» elaborar reglamentos internos, «para que cada presbítero pueda cumplir mejor» sus funciones.

En este sentido, la instrucción subraya la identidad propia del párroco. Recuerda que no pueden serlo quienes no sean presbíteros; tampoco personas jurídicas o grupos de personas. Si se le confían varias parroquias, debe hacerse de forma que pueda ejercer verdaderamente en todas ellas. En ausencia de párroco, el nombramiento de un administrador parroquial debe ser solo temporal, por menos de un año.

Si debido a la escasez de sacerdotes no es posible nombrar un párroco, el obispo puede «confiar una participación del ejercicio de la cura pastoral de una parroquia a un diácono», de forma preferente; o a «una persona consagrada o un laico, o incluso a un conjunto de personas (por ejemplo, un instituto religioso, una asociación)». Pero serán coordinados y guiados por un presbítero como «moderador». Esta medida extraordinaria se tomará durante el menor tiempo posible y se deberá preparar al pueblo de forma adecuada.

Consejo pastoral, consecuencia de ser «cuerpo de Cristo»

En circunstancias más ordinarias, el documento subraya el peso del consejo pastoral parroquial. Este «se inscribe en la realidad constitutiva de la Iglesia, es decir, su ser «Cuerpo de Cristo», que genera una «espiritualidad de comunión”». Por tanto, debe ser representativo de toda la comunidad, contando principalmente con quienes tienen responsabilidades y un compromiso efectivo. Para expresar «correctamente la relación eclesial y canónica entre el párroco y los demás fieles», se subraya que su voto es consultivo y que debe evitarse la impresión de que es un «equipo» del párroco y los laicos en igualdad.

El documento subraya además la existencia de encargos estables «por los cuales los fieles acogen la responsabilidad, por un cierto tiempo, de un servicio». Además de la catequesis, la liturgia, el servicio, etc., el documento recuerda que a los diáconos, consagrados y laicos se les puede encomendar en caso de necesidad, «bajo la guía y responsabilidad del párroco», celebrar la Palabra en ausencia del sacerdote de forma excepcional, la administración del bautismo, la celebración de exequias, celebración de matrimonios o la predicación (pero no de la homilía durante la Misa).

Estos encargos se realizarán siempre en consonancia con las normas existentes. A la hora de expresar estos encargos, se evitarán para los fieles denominaciones como «co-párroco», «moderador», «responsable parroquial» o personas a las que se ha «encomendado la cura pastoral» o «presidir» la comunidad, reservadas al sacerdote.

Gestión económica al servicio de la misión

Para la instrucción, también la gestión económica de las parroquias debe llevarse a cabo con vistas a la misión evangelizadora. Debe evitarse en todo momento dar la impresión de que los sacramentos y otras acciones «pueden estar sujetas a tarifas». Las ofrendas por los sacramentos, por tanto, deben ser libres; por ejemplo, facilitando el recibirlas de forma anónima.

Al mismo tiempo, es «importante sensibilizar a los fieles, para que contribuyan voluntariamente a las necesidades de la parroquia, que son “suyas propias” y de las cuales es bueno que aprendan espontáneamente a responsabilizarse», sobre todo donde son la única fuente de ingresos del sacerdote y la parroquia.

En este sentido, se afirma que el Consejo de asuntos económicos «puede desempeñar un rol de particular importancia para hacer crecer la cultura de la corresponsabilidad, de la transparencia administrativa y de la ayuda a las necesidades de la Iglesia».