El Pontificio Consejo de la Cultura ha impulsado una exposición fotográfica en el palacio Braschi de Roma que retrata el testimonio de cuatro mujeres que han sufrido violencia machista. Son 33 fotos que expresan de manera íntima los espacios familiares donde explotó el maltrato. «Se trabaja mucho con la evocación. No se ven moratones o heridas; las fotografías ahondan en los estados de ánimo de esas mujeres», explica Consuelo Corradi, una de las comisarias de la muestra.
La decisión de alejarse de la violencia explícita que convierte en un espectáculo visual las bofetadas y la humillación que hacen las fotógrafas Simona Ghizzoni e Ilaria Magliocchetti Lombi atiende a una razón pedagógica. «No queríamos que el visitante recibiera un puño en el estómago, sino que ahondase en los estados de ánimo de estas mujeres que han superado esta espiral de miedo y furia», asegura Corradi. Hay un mensaje de esperanza detrás de los juguetes retratados con los que «la mujer se da cuenta de que esta situación de violencia es grave también para sus hijos», o las llaves, que representan un símbolo «de la libertad».