El último sueño de Ángel Herrera Oria
En sus últimas décadas, Ángel Herrera Oria buscó dar a sus obras un acento más social, convencido de que la doctrina cristiana en este ámbito podía ayudar a la reconciliación tras la Guerra Civil. La Fundación Pablo VI y la Asociación Católica de Propagandistas lo recuerdan en el 50º aniversario de su muerte
11 de octubre de 1961. Francisco de la Torre, el actual alcalde de Málaga, y el almeriense Antonio Alférez, entonces futuro periodista, se encuentran en Madrid entre los cerca de 200 jóvenes que comienzan sus estudios en el recién inaugurado colegio mayor Pío XII. Ángel Herrera Oria, por aquel entonces obispo de Málaga, se dirige a ellos durante el acto de apertura y les habla de la necesidad de formarse como católicos con conciencia social y ciudadana. Una idea que marcará la formación de estos jóvenes durante los siguientes años.
Así comenzó la Escuela de Ciudadanía Cristiana, una iniciativa de Herrera Oria que ofrecía a estudiantes de toda España, muchos becados, un programa que combinaba su carrera universitaria con formación en doctrina social de la Iglesia en el Instituto Social León XIII o en comunicación en la Escuela de Periodismo de la Iglesia. Las tres instituciones se unirían en la Fundación Pablo VI o se asociarían a ella en 1968, el mismo año de la muerte de su fundador.
Para celebrar este doble 50º aniversario, la Fundación Pablo VI y la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) organizan, el 23 de mayo en la sede de la Pablo VI, un acto conmemorativo en el que participarán el cardenal Carlos Osoro; monseñor Ginés García Beltrán, obispo de Getafe y presidente de la Fundación Pablo VI; el presidente de la ACdP, Carlos Romero Caramelo, y el historiador Fernando García de Cortázar, además de estos dos exalumnos.
De la Torre estudiaba Ingeniería Agronómica por la mañana y en el León XIII por la tarde. «Me abrió mucho la mente. Para mí fue muy importante el concepto de bien común y de compromiso con los ciudadanos, que tantas veces no se tiene presente en la vida pública; no solo en la política». En su propia carrera, De la Torre ha alternado la vocación de agrónomo y la política. Desde hace 18 años es alcalde en Málaga, y uno de los líderes municipales mejor valorados del Partido Popular.
Grandes profesores, grandes alumnos
Alférez ha sido redactor jefe de ABC y director adjunto de Diario 16. Ya jubilado, afirma que tiene «una deuda enorme con don Ángel y con la Escuela de Ciudadanía, que me dio mucho». Valora, sobre todo, el haber tenido de profesores a grandes figuras como el exministro de Educación y luego primer Defensor del Pueblo de la democracia, Joaquín Ruiz-Jiménez; el rector de la Universidad de Granada y promotor de la Autónoma de Madrid, Luis Sánchez Agesta, y otros «personajes que dejaban obnubilado a un joven de 18 años» y de los cuales aprendió –asegura– los principios que le han guiado siempre.
Esta calidad docente y humana –continúa– era contagiosa. En estos centros «hubo alumnos excepcionales» que luego fueron ministros, altos cargos o responsables de entidades católicas como Cáritas, y que «han aportado mucho a la sociedad y a la Iglesia». Destaca, entre ellos, al mismo alcalde de Málaga.
Otro punto fuerte de la estancia de ambos en Madrid fueron las pláticas semanales de Herrera Oria. «Era impresionante cuando nos hablaba de la aristocracia del espíritu –recuerda Alférez–. Se refería a los mejores, los más justos, los más inteligentes… pero con una buena dosis de Evangelio y de servicio a los demás».
Estas charlas eran para los estudiantes la mejor forma de conocer al obispo, que vivía a caballo entre Madrid y Málaga. Pero no la única. En el Pío XII –añade De la Torre– «se comentaba mucho la austeridad con la que vivía, y su intenso ritmo de trabajo». El alcalde destaca también «las prácticas que organizaba, en verano, en las zonas más deprimidas de Málaga». Y Alférez recuerda que un antiguo compañero suyo, «que había sido líder del Partido Comunista en su pueblo, vino a estudiar aquí porque al conocer a don Ángel se había quedado prendado de él».
Todo esto le hace concluir que quien en 1965 fue creado cardenal «ha sido uno de los cinco o seis españoles más importantes del siglo XX», y que la Escuela de Ciudadanía fue «su último gran proyecto, después de tantísimas obras que había sacado adelante».
Un giro hacia lo social
Todas ellas habían estado movidas por las mismas inquietudes: formar minorías selectas de católicos que, como la levadura en la masa, actuaran según los principios de la doctrina social de la Iglesia para buscar el bien común, que debe traducirse en la mejora social y cultural de la sociedad. Eso sí, siempre desde la fidelidad el poder político constituido, ya fuera la II República o el franquismo. Todavía en 1967, un año antes de su muerte, se preguntaba en el marco de la Semana Social de Málaga: «¿Por qué nuestro catolicismo, tan fecundo en frutos admirables, no ha logrado influir en la vida pública nacional?».
Con todo, sus últimas décadas –explica José Sánchez, también exalumno del Pío XII e historiador– están marcadas por un compromiso con lo social mucho más fuerte. «En la época de la Restauración, consideraba que una de las vías de este apostolado era la prensa», empezando en 1911 con el periódico El Debate y su escuela de periodismo. Pasada la Guerra Civil, Herrera Oria –que se había ordenado sacerdote en 1940– «cree que la reconciliación que necesita España puede venir por la puesta en práctica de los principios de la doctrina social de la Iglesia», pero «más desde la base».
La Iglesia necesita economistas
Comenzó por ello a impulsar proyectos concretos por los lugares por donde pasaba. Lo hizo en Santander, donde se había incardinado, promoviendo una cooperativa de pescadores. Pero sobre todo en Málaga, de donde fue nombrado obispo en 1947. Allí, además de las 250 escuelas-capilla rurales que son su iniciativa más conocida, también creó un barrio de viviendas dignas para los pescadores. Incluso intentó convencer a los grandes terratenientes de que aceptaran un reparto más justo de la tierra. No tuvo éxito.
Con todo, no abandonó su interés por la formación de los católicos, tanto en Santander y Málaga como en Madrid. En 1950 fundó en la capital el Instituto Social León XIII, para sacerdotes. Su idea, según Sánchez, era introducir a la Iglesia en el ámbito de la economía y la sociología, necesarias para seguir el camino que indicaban los principios de la doctrina social, y que hasta entonces no se enseñaban en centros católicos. Le siguieron, algo más de una década después, el colegio mayor Pío XII para los seglares y la Escuela de Ciudadanía Cristiana. «Mi hipótesis –apunta Sánchez– es que quería aprovechar la coyuntura política, con varios miembros de la ACdP en puestos importantes, para intentar cambiar la sociedad».
¿Qué hilo conductor recorre la apuesta social y educativa de Herrera Oria?
La educación se constituyó, desde los inicios de su actuación, en uno de sus elementos centrales de preocupación. Lo prueba la creación en 1933 del Centro de Estudios Universitarios (CEU). Un año antes de morir, afirmaba que los colegios surgidos en España habían cambiado el ambiente espiritual de grandes capitales, introduciendo una fe ilustrada. Pero echaba de menos en la enseñanza el apostolado en favor de la justicia social. Con gran perspicacia había señalado en su día que el peligro mayor que se extiende por toda Europa es el del monopolio docente, que conduce necesariamente a la destrucción de la religión. Ya advirtió igualmente de que la universidad moderna no educa, ni tiene ideal, ni calienta el corazón. Para suplir todo ello, se volcó en las obras educativas.
¿Qué aportan a nuestro tiempo sus propuestas de liderazgo?
Ángel Herrera, al igual que el padre Ayala (fundador de la ACdP), parten de un esquema jesuítico basado en la determinación de los sectores de actuación, la exposición de los problemas y la selección de los hombres adecuados. Pero siempre conscientes de que no son los méritos humanos los que dan la victoria, sino la Providencia la que la permite o la niega. Concebida así la acción, los principios estarán presentes. Buscando el triunfo a toda costa, la ética estará ausente.