El último sacerdote alemán superviviente en Dachau
Era el prisionero número 24.255 en el campo de concentración de Dachau, del que logró salir como el último sacerdote alemán con vida. La biógrafa de Hermann Scheipers saca a la luz sus recuerdos sobre su figura
«Aquí solo puedes blasfemar o rezar. O te conviertes en un criminal, o en un santo», le dijo un preso al sacerdote alemán Hermann Scheipers al llegar al campo de concentración de Dachau. «Yo vi cómo muchos se convirtieron en santos», reconoce Scheipers en una entrevista que le hicieron en unas Jornadas sobre el totalitarismo organizadas por el Movimiento Cultural Cristiano en Madrid, en el año 2011, difundidas ahora en el blog de su biógrafa, Isabel Rodríguez.
El último sacerdote católico alemán superviviente del campo de concentración de Dachau viajó por todo el mundo durante años hablando sobre su experiencia, siempre prendido en su solapa un trozo de tela a rayas de su traje de prisionero y un triángulo rojo, el código por el que se identificaba en el campo a los presos políticos y a los sacerdotes.
Como ejemplo, Scheipers recuerda en la entrevista a un sacerdote enfermo al que le quedaban pocos días de vida y que le dio su ración diaria de comida: «Me regaló, muriendo, su pan, mientras hablaba de los discípulos de Emaús. En Dachau la maldad fue irracional, pero también lo fue el bien, como en el caso de los que entregaban su vida como ofrenda a los demás. Hoy cada vez que levanto la Eucaristía pienso en ese sacerdote».
La persecución nazi al cristianismo
Su biógrafa cuenta que la persecución de Scheipers por parte de los nazis comenzó con la publicación de un decreto que prohibía a los polacos condenados a trabajos forzados recibir el sacramento de la Penitencia y sobre todo participar en las misas alemanas. «Entonces Scheipers decidió celebrar la misa a los polacos, ya que eso no se había prohibido. Él no sabía polaco y pidió ayuda a un intérprete para que le tradujera el Evangelio», dice Isabel Rodríguez. El chivatazo de un policía fue suficiente para arrestarlo: «A partir de ese momento fue declarado por los nazis como “una amenaza para el Estado por colaboración amistosa con los enemigos”. En marzo de 1941 fue deportado al campo de concentración de Dachau, un destino para sacerdotes y obispos, donde se unió a otros 3.000 sacerdotes presos, 1.000 de ellos polacos».
En la entrevista, Hermann Scheipers afirma que «muchos miraron para el otro lado» cuando comenzó la persecución del nazismo contra el cristianismo, como ya habían hecho cuando antes fueron «contra los judíos y los comunistas».
«Hitler desde el comienzo quiso eliminar el cristianismo, porque iba contra su religión de la raza germana», afirma el sacerdote alemán, «una ideología irreconciliable con el cristianismo». De hecho, menciona los diarios de Joseph Goebbels publicados tras la contienda, en los que aparece el plan de la oligarquía nazi de eliminar el cristianismo después de acabar con el pueblo judío, «lo que debía suceder una vez finalizada la guerra. Era una cuestión de táctica para ellos».
En Dachau, Scheipers vivió momentos muy duros, de falta de comida y palizas por parte de los capos comunistas del campo, pero también momentos emocionantes como la ordenación clandestina de Karl Leisner, bajo un secreto sepulcral y con la complicidad de los otros presos.
Asimismo, en abril de 1945, logró escapar de Dachau y esconderse en los bosques vestido de anciana, pero consiguió pan y decidió volver al campo para dar de comer a otros presos.
Dos totalitarismos más
«Finalizada la guerra podía haber regresado a su casa junto a su familia, pero decidió volver a la zona alemana ocupada por los rusos llamada República Democrática Alemana –asegura su biógrafa–. Hermann Scheipers quería entregar su vida junto a los más pobres “porque allí soy más necesario”, decía. Por todo ello se puede decir que sufrió la persecución y vigilancia bajo dos estados totalitarios por la Gestapo y la Stasi».
Junto a ello, Scheipers también denuncia en la entrevista el tercer totalitarismo que le tocó vivir, el de un capitalismo que «deshumaniza al ser humano y provoca el hambre, el aborto y la eutanasia en el mundo, como hacen las dictaduras».