El trauma psicológico a la luz de santo Tomás - Alfa y Omega

¿Qué es el trauma psicológico? ¿Qué queremos decir cuando alguien ha padecido una situación traumática? ¿Qué caracteriza la vida del traumatizado? Muchos nos hemos planteado estas preguntas o incluso hemos utilizado esta palabra, sin conocer muy bien su significado, para describir males indescriptibles en la vida del hombre o para dar razón de comportamientos aberrantes. En alguna medida, todos nos entendemos cuando escuchamos este término, pero ¿cómo definir lo indescriptible o lo incomprensible de este mal y sus consecuencias? La respuesta a esta pregunta se nos muestra tan oscura como oscuro es el mal al que nos estamos refiriendo.

Si buscásemos luz en la moderna psicología, salvo honrosas excepciones, nos encontraríamos a un perro mordiéndose la cola. En líneas generales, esta enfermedad o desorden psíquico es definido por una serie de síntomas que son consecuencia de haber vivido eventos traumáticos. Pero al indagar por qué dichos eventos son considerados traumáticos se responde en base a su potencial para producir tales efectos. El lector se preguntará: ¿por qué se aúnan una serie de efectos o síntomas como traumáticos? Porque los hemos observado en personas que han vivido situaciones definidas como traumáticas. Algunos teóricos intentan salir de este bucle recurriendo a artificios complicados que nos introducen en nuevos bucles. ¿Por qué caemos en esta trampa? Porque hemos renunciado a considerar la naturaleza humana, lo característico del estilo de vida humano y el fin perfectivo al que está llamado. Olvidada o negada la naturaleza humana, no nos queda otro remedio que reconstruirla artificialmente.

Un médico no se plantearía considerar un traumatismo craneoencefálico si no supiera lo que es un cráneo, si no conociera su forma típica, si no conociera lo propio de su estructura interna. No podemos conocer cómo un mal rompe algo si no conocemos ese algo que es roto. En este sentido, un psicólogo cristiano es un privilegiado para dar respuesta a estas preguntas que nos planteamos al principio, pues tenemos desarrollos de grandes santos que estudiaron en profundidad la naturaleza humana y su psique o alma. Negar la riqueza y verdad de estos desarrollos o tildarlos de poco científicos por su naturaleza eclesial sería propio de necios y acomplejados, pues incluso grandes teóricos de la psicología han reconocido su valor y se han apropiado de dichos desarrollos para elaborar sistemas psicológicos sin Dios.

Grandes doctores de la Iglesia como santo Tomás de Aquino han descubierto la naturaleza del alma humana como ningún otro autor ha sido capaz de alcanzar. Sus descubrimientos psicológicos sobre los sentidos internos, las pasiones o emociones, la inteligencia, la voluntad, las inclinaciones naturales, las virtudes y vicios (por nombrar algunos) lo hacen más que merecedor del título de doctor en Psicología y fundador de la Escuela de Psicología Tomista. Gracias a este autor sostenemos en nuestros días que es natural que el hombre busque su propia supervivencia, el matrimonio, ser amado como hijo, amar a los hijos, aprender, trabajar, vivir en sociedad, buscar la verdad y buscar la verdad divina. Todos estos bienes a los cuales nos sentimos inclinados por el mero hecho de ser hombres son el fundamento de la vida humana. Sostenemos con firmeza la naturalidad de estos bienes y, sin embargo, nos da reparo considerar qué ocurriría si de forma violenta fueran corrompidos. Pues he aquí la respuesta: el trauma psicológico. Una violación, el abandono de un recién nacido, un atentado terrorista, un aborto intencionado, una infidelidad, la exposición a pornografía, un divorcio, un acoso escolar o laboral, un maltrato infantil o entre el hombre y la mujer, la persecución religiosa rompen con este orden natural del ser humano y, por consiguiente, tienen una repercusión psicológica o anímica. Si el hombre puede ser dañado de muy diversas formas, lo traumático hace referencia a aquellos males que van a lo más profundo de nuestro corazón.

Pero, ¿qué ocurre cuando alguien vive un acontecimiento de este tipo en su vida? Que dedica su vida a sobrevivir a un dolor sin igual, impidiéndole amar en mayor o menor medida aquellos bienes tan propios del hombre. La mujer empieza a temer al hombre, el hombre empieza a instrumentalizar a la mujer, el niño se entristece y siente temor al estar con iguales en el colegio, la madre siente tristeza al ver a otros niños, el trabajador ya no puede trabajar, el hijo teme y siente tristeza ante el padre o la madre, el ciudadano no puede caminar tranquilamente por la calle o empieza a pelearse sin motivo aparente, el adolescente empieza a drogarse para anestesiar su dolor, etc.

Entendemos que un mal así no hay hombre que lo resuelva si no es como instrumento divino y mediando una gracia especial que perfeccione la actividad del psicólogo y la vida del paciente. ¿Es vana nuestra esperanza por recuperar a estos pacientes? Los santos mártires, tan abundantes en nuestra patria, nos recuerdan que no; y en esta tarea nos empeñamos día tras día en la consulta.