El tetramputado que se convirtió en altavoz
Davide Morana soñaba con despertar a los jóvenes del materialismo y de la falta de valores, y la meningitis C le concedió el deseo
13 de enero de 2018. Aquel día Davide Morana y su pareja, Cecilia Cano, desayunaban café, tostadas y altas dosis de idealismo. «Recuerdo que estábamos hablando sobre lo mal que estaba el mundo, lo materialista que se estaba volviendo la sociedad y la falta de valores que había en la actualidad», recuerda el joven en conversación con Alfa y Omega. «“¿Te imaginas tener un interruptor que fuera capaz de cambiar el chip a las personas. Ojalá pudiéramos hacer algo nosotros. Sería fantástico tener un altavoz para despertar a todos”, nos decíamos el uno al otro». Pocas horas después, Morana se empezó a encontrar mal, acudió al hospital y al día siguiente le ingresaron en la UCI. Había contraído la meningitis C. Esquivó la muerte de milagro, pero lo hizo sin sus cuatro extremidades. Se las tuvieron que amputar. Tenía entonces 24 años.
Desde entonces han pasado dos años y en este tiempo el joven ha entendido que los deseos expresados en aquel desayuno se cumplieron, aunque quizá no de la forma que él había pensado. La prueba de ello es que «hoy estoy aquí transmitiendo lo que he querido transmitir durante toda mi vida a los jóvenes y que yo pensaba que nunca iba a poder ser», explica Morana pocas horas antes de subir al escenario del Palacio de Congresos de IFEMA, donde el pasado viernes compartió su testimonio vía streaming con más de 20.000 personas en el congreso Lo Que de Verdad Importa.
No hay vuelta atrás
Él mismo se convirtió en altavoz y por eso da gracias por su enfermedad. Una reacción que «antes que natural», reconoce Morana, se ha forjado en su interior desde su infancia. «He ido aprendiendo la idea de que no hay vuelta atrás, que el pasado, pasado está, y que hay que valorar el presente. La vida es una y además va hacia delante, no hacia atrás», reflexiona. El joven tenía tan asumido este pensamiento, que «hizo que aceptara esa situación tan tremenda y solo pensara en lo positivo, en lo bueno. Estaba dispuesto y quería seguir yendo hacia delante, como había hecho toda mi vida, aunque eso supusiera ahora despedirme de mis cuatro extremidades».
La aceptación fue inmediata. De hecho, «cuando llegó el día de la primera amputación, los médicos no sabían cómo comunicármelo». Cuando reunieron el valor para hacerlo, «mi reacción fue de alegría, de ganas de entrar a quirófano, de preguntar cuándo».
Antes de convertirse en tetramputado, Morana dejó hace cinco años su Palermo natal, «donde mi futuro no pintaba nada bien», para trasladarse a Murcia por amor. «Mi vida era normal y corriente, como la de cualquier chico de 24 años, aunque con un estilo de vida bastante precario por falta de dinero», rememora.
El joven italiano trabajaba sin descanso, pero ahorraba todo lo que podía de su sueldo con el objetivo de costearse la formación como técnico agrícola. La idea era dedicarse al trabajo en el campo, que «en Murcia no falta y está mucho mejor pagado que el de camarero». Además, hacía muchísimo deporte, algo que «me disciplinaba, me mantenía concentrado en lo que tenía que hacer y me hacía sentir vivo». De hecho, Davide se estaba preparando para hacer un triatlón cuando la meningitis bacteriana le invadió súbitamente y por completo.
«Al principio los síntomas son parecidos a los de la gripe. Cuando fui a urgencias los análisis salieron bien y me mandaron a casa con un paracetamol». Pero al día siguiente «ya no me podía casi levantar de la cama». La meningitis empezó a dar la cara: vómitos a escopetazos, fiebre muy alta, delirio y color rojizo en todo el cuerpo, «signo de que la bacteria ha pasado ya al torrente sanguíneo y empieza a arrasar con todo lo que se encuentra en su camino». Ante esta situación, a Morana le trasladaron al hospital central de Murcia, le ingresaron en la UCI y le indujeron el coma, «aunque los dos primeros días no había esperanza de supervivencia».
Sin embargo, 86 días después cruzó de nuevo la puerta del hospital en sentido de salida. Entonces, pasó un tiempo hasta que el joven logró ser autónomo, algo que solo logró con las prótesis que ahora luce. Hoy se dedica profesionalmente al deporte paralímpico, ha escrito un libro junto a Cecilia que se titula Arriba la vida y ofrece conferencias con su mensaje de superación: «Trato de ayudar a los jóvenes a poner en perspectiva sus problemas. A veces se encuentran hundidos ante cosas muy pequeñas que a ellos les parecen enormes. Hay que relativizar nuestros problemas, ser menos egocéntricos y pensar más en los demás. Yo siempre les pido que se imaginen un chico tetramputado como yo en la India, donde no hay ortopedias, prótesis o sanidad pública. ¿Qué medios tendría?». Al final, «esto es lo que me hace mirar hacia atrás con agradecimiento y no con rencor», concluye.