El testimonio de dos peregrinos, que llegan a Santiago a tiempo para coincidir con el Papa: «Con Dios, todo coincide»
Don Adrián Hernández y don Ángel Domínguez han caminado juntos, desde Villafranca del Bierzo hasta Santiago de Compostela. Uno lo había planeado todo para coincidir allí con la Visita del Papa. El otro, no; pero Dios se ha servido de esta Visita para darle la señal que le había pedido
Faltan 15 horas para que el Papa aterrice en Santiago, y, en una Oficina del Peregrino casi vacía, don Adrián Hernández es uno de los últimos en recoger su compostela. Salió hace un mes de su Chiapas natal, en México, para hacer, desde Pamplona, el Camino a Santiago. No tenía ni idea de que allí coincidiría con un peregrino muy ilustre, el Papa Benedicto XVI, pero este hecho se ha convertido en un hito en la labor que Dios ha hecho con su vida en los últimos años.
«Yo iba a fiestas y esas cosas» –explica–, hasta que, participando en la Adoración Nocturna, «en dos o tres segundos, sentí la misericordia y el amor de Dios, y vergüenza por mi realidad». Tras esta conversión, retomó el plan, que tenía desde unos años antes, de hacer el Camino, aunque sustituyó la motivación puramente humana por una nueva: «Decidí hacerlo por los pecados del mundo, para pedir por los que no oran y para que Dios tenga misericordia de todos nosotros, y toque los corazones de todos los peregrinos de buena voluntad que, con la magia del Camino, quizá no encuentran en él su sentido verdadero».
Tras varios retrasos y complicaciones, compró el billete, sin pensar mucho en la fecha. También quería ir a Roma. Y «le pedí a Dios una señal para seguir profundizando en mi búsqueda». Sólo «al sexto o séptimo día de camino, unos italianos me dijeron que el Papa iba a venir a Santiago como peregrino. ¡Más o menos en la misma fecha en la que yo calculaba llegar! Dios nos ama tanto… Sólo hay que luchar un poco para ir descubriendo ese amor. Cuando uno dirige la voluntad hacia Dios, Él hace que todo coincida».
Esta experiencia, por maravillosa y sorprendente que fuera, no le ha librado de algunos momentos malos, como la infección de una muela, que casi le hizo renunciar, o las ampollas en los pies «del tamaño de la palma de la mano», que le hicieron «llorar amargamente. Es un sufrimiento, pero Dios sufrió muchísimo más en la Cruz. De nuestra parte está poner esa resistencia por continuar», desde «el abandono confiado».
El Camino ha aportado a Adrián «infinidad de cosas buenas. Me he encontrado muchos pequeños signos del amor que Dios nos tiene, muchas casualidades» –como una tarjeta telefónica con la imagen de Juan Pablo II– «y cosas sobre las que reflexionar. En el Camino todo son lecciones. Hubo una Eucaristía que tengo grabada, y he caminado con un Ángel».
Se refiere a don Ángel Domínguez, con quien ha compartido casi todo el camino desde Villafranca del Bierzo, y a quien se volvió a encontrar el viernes, en pleno Obradoiro. Don Ángel sí sabía de la Visita del Papa, y «tenía mucha ilusión» por coincidir con él, además de sentirse «llamado, por circunstancias de la vida», a repetir el Camino que hizo hace 11 años. Para ello, se cogió todos los días libres que pudo, y viajó desde Ceuta. Está convencido de que «era una oportunidad única que no se podía perder».
El sábado por la mañana, doña Eugenia Marcano se puso unos pantalones –«con falda es complicado subir al coche»–, se peinó sus cuatro pelos, y, con otros tres compañeros de la residencia de ancianos de San Marcos, y cuatro Hermanitas de los Ancianos Desamaparados, que la regentan, puso rumbo a la catedral de Santiago. Allí, junto con ancianos de otras residencias, con enfermos y con niños de catequesis, iban a recibir al Papa. Doña Eugenia recibió ese regalo a última hora, pues dos de las elegidas se pusieron enfermas unos días antes, por los nervios. Encantadísima, explica su experiencia: «Nos tocó un sitio fabuloso. El Papa pasó a nuestro lado, le pudimos besar la mano, y nos dio la bendición. Lloré y todo». Apenas un mes mayor que el Papa, se pone en su lugar: «El pobre me daba pena, fíjate qué paliza. A esta edad nos cansamos, ¿eh? Ha hecho una cosa muy grande, hay que estarle muy agradecidos».
En la residencia, han estado «muy informados sobre la Visita por la tele; llevan muchos días hablando de todo». La Superiora de esa comunidad, sor Inés Cerviño, añade que el resto de los ancianos de la residencia se acercaron andando a la cercana carretera por donde iba a pasar el Papa, para recibirle con un par de banderas grandes y un cartel. «Ha sido un gesto precioso el querer contar con los ancianos y enfermos –añade–. El Papa, como cabeza de la Iglesia, en su imitar a Cristo, tiene que estar para los pobres, y los enfermos son pobres».