El templo toledano soñado por Churriguera - Alfa y Omega

El templo toledano soñado por Churriguera

El nombre de Orgaz está unido al de su famoso conde y al de El Greco. Pero también al del arquitecto barroco Alberto de Churriguera. La iglesia de Santo Tomás Apóstol, en este pueblo de Toledo, ofrece obras maestras salvadas de las llamas de la Guerra Civil

Álvaro Real Arévalo
Iglesia de Santo Tomás Apóstol en Orgaz
Exterior de la iglesia de Santo Tomás Apóstol. Foto: Jesús Ángel Marcos Bascones.

La historia de la parroquia de Santo Tomás Apóstol, en el pueblo de Orgaz y cuyo nombre toma en honor de la iglesia de Santo Tomé, situada en el mismo Toledo y entre cuyos muros quiso ser enterrado el conde homónimo —y que alberga hoy el cuadro de El Greco que representa dicho entierro— comienza en 1738. O más bien retoma. El edificio se quedaba pequeño y los habitantes de la villa decidieron, con licencia del infante-cardenal Borbón, ampliar la iglesia existente. Pronto se dieron cuenta de que no era viable la reforma y le encargaron un proyecto nuevo a Alberto de Churriguera, responsable de la catedral de Salamanca y arquitecto de la famosa plaza de la ciudad. Tanto le gustó Orgaz al maestro que se casó y pasó a ser vecino de la villa. Le sorprendió la muerte en 1750 y fue enterrado en la iglesia —dentro del templo se guarda su testamento y su acta de defunción—. Por desgracia, ni él ni nadie ha podido ver sobre piedra todo lo que el arquitecto español del Barroco había proyectado. «El diseño era el doble de lo realizado», afirma a Alfa y Omega el párroco de Orgaz, Jesús Ángel Marcos, «porque a la muerte de Churriguera se quedaron sin dinero». Otro problema que se encontraron era que debían de expropiar diversas viviendas de la villa. El maestro y arquitecto toledano José Sierra se encargaría de terminar la obra, que concluyó en 1773. En el exterior puede verse cómo el presbiterio de la iglesia antigua hace de cierre y de terminación del templo actual. Una solución de urgencia para un proyecto finalmente inacabado. Aun así, la torre y sus dos cúpulas dan sensación catedralicia a todo el conjunto arquitectónico y lo convierten en uno de los más bellos y señoriales de la comarca.

La edificación es una nave con presbiterio, seis capillas laterales y una cripta —construida tras la Guerra Civil— donde se encuentran enterrados 48 mártires de la persecución religiosa de los años 30. La iglesia alberga, además, una pintura firmada por El Greco: El expolio. Lo guardan en una sala llamada del Tesoro y es una copia de la obra existente en la sacristía mayor de la catedral de Toledo, aunque hay algunos historiadores que consideran que más bien se trata del boceto. «No sabemos cómo llegó aquí, solo conocemos el dato de que durante la guerra se lo llevaron a Toledo y tras concluir la contienda el párroco se lo trajo», explica Marcos.

Como en no pocos templos españoles, durante el conflicto se quemó todo lo que había dentro de la nave. Solo se salvaron el Cristo del Olvido y el Nazareno. Recomendable visitar la capilla de este último, que Alberto de Churriguera decoró con alegorías de la Pasión del Señor, y pasar un tiempo mirando al cielo para contemplar su cúpula, «el mejor ejemplo del arte churrigueresco de esta iglesia», añade el sacerdote. La Virgen del Socorro también merece un tiempo de contemplación. La visita termina junto al Sagrario, símil del corazón del pueblo. «Cuando terminó la guerra los orgaceños depositaron sus joyas para construirlo; lo mejor para el Señor».

¡Qué olvidado me tenéis!

El Cristo del Olvido es una talla gótica y actualmente es la imagen más venerada de Orgaz. Pero no siempre fue así. Cuenta la tradición que esta imagen estaba en un desván, en la calle Santiago, en una casa que todo el pueblo denominaba «de los frailes», puesto que allí se hospedaban los religiosos del convento del Castañar (ya desaparecido), cuando iban a la villa a evangelizar. Se encontraba allí desde el siglo XVI, pero era tal su deplorable estado de conservación que nadie fijaba su atención en la escultura. Nadie le rezaba, nadie le pedía nada y estaba abandonado. Un fraile franciscano que se hospedaba en esa casa fue al desván para preparar su sermón de Semana Santa. De repente, la imagen le habló y le dijo al fraile: «¡Qué olvidado me tenéis!». El fraile llamó enseguida a las autoridades y lo trasladaron a la iglesia parroquial. Ya nunca sería olvidado el Cristo, convertido en patrono de Orgaz.

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